Lectoras: las equivocaciones más frecuentes al hablar o al escribir son los lapsus linguae y los lapsus cálami. Por ejemplo: Juana López narrando en radio Drácula: “Los ratones dispararon a la dueña del hotel”, en vez de “Los ladrones dispararon a la dueña del hotel”. Otro ejemplo, Pedro Pérez en un WhatsApp a Nina Kaiza-Chana desde el Estadio de Nizhny Nóvgorod: “Te mando fotos de piernas preciosas”, en vez de “Te mando fotos de piedras preciosas”. Hay también equivocaciones de la vejez. Por ejemplo, escribí en mi columna del domingo: “La expresidenta de Chile, Cristina Allende”, en vez de: “La expresidenta de Chile, Michelle Bachelet”. ¿Habré estado yo pensando en alguna Cristina de Carondelet? Os pido, pues, lectoras, extender vuestra comprensión a estos naufragios en el Mar Muerto de mi triste senectud.
Belén está a unos 30 kilómetros del Mar Muerto. Cuando nació Jesús, reinaba Herodes. Vinieron unos Magos de Oriente a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarlo”. Herodes y Jerusalén entraron en pánico. Herodes, por medio de la Senain, averiguó que, en Belén. Tramó deshacerse de él, pero no hallaron al Niño. Herodes se enojó muchísimo “y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Jerusalén y sus alrededores”.
Algún parecido hay entre este relato mágico y el relato de estos días sobre los niños de México y Centro América nacidos en los Estados Unidos de padres emigrados de contrabando. Y aunque el señor presidente Trump no hacía sino cumplir con la orden de Jesús –“Dejad que los niños vengan a mí”, la protesta de los medios, de la sociedad civil y de la voz del humanismo familiar, nacional e internacional hizo recular al hombre más poderoso de la Tierra.
Esta victoria hace pensar en el Guayacán, cuyas raíces penetran el suelo como titánicos garfios No de otra suerte el pueblo hunde sus prodigiosas raíces en el suelo de la dignidad humana, fuente de todos los derechos.
El nuevo nombre de la Ética para el mundo de hoy es el diálogo en pequeños grupos. Un diálogo entre dignidades humanas entrelazadas para defender lo humano contra la soberbia del poder y la sed del oro. Por esto, se acaba de ganar la batalla de los niños, flores de Guayacán, separadas de sus raíces para exhibirlas en vitrinas con aire acondicionado.
Lectoras, en vuestras manos está entretejer las raíces de nuestro árbol nacional, para fortalecer la dignidad humana al tronco carcomido y polvoriento de nuestro maltrecho bosque.
Antonio Machado os dice: “¿No beberán un día en vuestros senos/ los que mañana labrarán la tierra?/ ¡Oh, celebrad este domingo claro, / madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!