Los presidentes de Corea del Norte, Kim Jong-un, y Corea del Sur, Moon Jae-in, tuvieron el pasado 27 de abril un histórico y transcendental encuentro. Luego de una guerra interna que duró cerca de 3 años (de 1 950 a 1 953) y llevó luego a la separación de Corea en dos Estados, su relacionamiento ha estado caracterizado por fuertes tensiones y enfrentamientos esporádicos como los registrados en enero de 1 967, enero de 1 968, agosto de 1 976, junio de 1 999, junio del 2 002 o noviembre de 2 010.
El 27 de julio de 1 953 se firmó únicamente el cese al fuego pero nunca un tratado de paz. Por ello, desde esa fecha hasta antes de este encuentro siempre se barajaba la posibilidad de un enfrentamiento bélico de mayores proporciones entre las dos coreas. En los últimos años la preocupación ha sido mayor cuando se constata que Corea del Norte ha logrado desarrollar un poderío nuclear de insospechadas proporciones.
Se estima que actualmente posee Corea del Norte más de 1 000 misiles balísticos (algunos con ojivas nucleares) de distintas capacidades: de corto (300-500km), mediano (10 00km) y largo alcance (5 000-15 000km). Estos últimos podrían alcanzar una parte de los Estados Unidos.
La importancia de esta cita entre Kim y Moon no solo ha consistido en poner fin a 65 años de confrontación sino también en comprometer a Corea del Norte de una paulatina y progresiva desnuclearización. Ante lo cual, me muestro escéptico.
Corea del Norte, como acabo de mencionar, es un Estado nuclear y al mismo tiempo un régimen tiránico de orden dinástico. No hay que olvidar la terrible situación que ha atravesado el pueblo norcoreano en términos de derechos humanos, así como de las prácticas espantosas que ha hecho uso Kim Jong-un para mantenerse en el poder. Esto no garantiza nada. Pese al viraje estratégico que ha dado en las últimas semanas el régimen de Kim, posiblemente se logre mejorar el canal de diálogo pero va a ser muy difícil que éste acepte entrar en un proceso de eliminación completa, verificable e irreversible de su programa nuclear.
A más de ello, no solo Kim sino su padre han negociado con Washington (desde 1 994) y la comunidad internacional la renuncia a sus programas nucleares con fines militares a cambio de ventajas económicas. Siempre han incumplido sus promesas.
No obstante, el lograr que Kim hable de la paz y no de la guerra es significativo. En ello pueden cumplir un papel fundamental Corea del Sur, así como Estados Unidos, China, Rusia y Japón. Si se toma en cuenta una de las prioridades que tiene el régimen de Pyongyang, que es mejorar su economía, la estrategia de estos países no debería concentrarse en el tema nuclear sino en otros aspectos que obliguen a Corea del Norte a someterse de manera paulatina al ordenamiento internacional sustentado en principios y valores de aceptación universal.
Un desafío arduo y complejo. Sin embargo, nunca se deben agotar los medios para garantizar la paz.