Las secuelas de la vanidad, irresponsabilidad e imprudencia siguen dando de qué hablar. En esta ocasión no me refiero al mal manejo de la economía y a la virtual quiebra del país, al endeudamiento excesivo, a la venta de la patria a los intereses chinos, a la condescendencia con la corrupción, al abuso de poder… No. Aludo a los hechos poco claros y todavía confusos que se dieron el 30 de septiembre de 2010 (30-S).
En la madrugada de ese día tuvo lugar en Quito una insubordinación policial. Más que una intentona de “golpe de Estado” fue una protesta que tenía como objetivo presionar a la Asamblea Nacional para que mantenga ciertos beneficios a favor del estamento policial en una la ley que se discutía en ese momento.
El foco de esta protesta se concentró en el destacamento de la policía, conocido como Regimiento Quito. Desde allí se lanzaban arengas en contra del régimen y del parlamento. Esto pudo haberse solucionado con la simple intervención del ministro del Interior. Sin embargo, no fue así. La situación se complicó cuando el propio presidente Rafael Correa acudió al lugar del amotinamiento. No en un tono de diálogo sino de bronca y provocación.
Lo que resulta extraño es la salida del presidente del Regimiento Quito y su regreso minutos más tarde. Ahí es cuando se da la “célebre” escena en que Correa se abre la camisa, provoca a los insubordinados y pide que lo maten. No lo hicieron pero sí tuvo que enfrentar insultos, agresiones y gases lacrimógenos. Acto seguido se refugia en el Hospital de la Policía.
Desde ese momento hasta la hora en que es rescatado Correa en un operativo conjunto de las fuerzas especiales del ejército (GEO) y de la policía (GIR), todo es confuso, oscuro y escabroso.
Confuso, oscuro y escabroso porque Correa en un inicio no estuvo retenido. Entraban y salían funcionarios. El presidente daba instrucciones desde el hospital. Pero es al inicio de la tarde en que deciden montar el cuento del “golpe de Estado” y luego intervenir la señal de los medios de comunicación, movilizar a sus seguidores, etc.
Sin embargo, hay un momento en que el gobierno pierde el control y aumenta la tensión con los sublevados. Se mueve el avión presidencial a Guayaquil. Se reúnen los principales líderes de la oposición. Se analiza la situación al interior del alto mando militar. No obstante, el presidente Moreno ratifica su apoyo a Correa.
Lo que vendrá luego también genera fuertes cuestionamientos. ¿Quién estuvo detrás del disparo que quitó la vida del oficial de policía Froilán Jiménez? Si fue Jiménez quien salvó la vida del presidente esa noche, ¿por qué la fiscalía nunca avanzó con las investigaciones? ¿Cuál fue el papel que a la final jugó la Comisión de la Verdad? ¿En base de qué hechos fueron acusados policías y militares de magnicidio? ¿Todo un montaje para justificar una gran farsa?
El Ecuador requiere de un baño de verdad y que se haga finalmente justicia.