El primero de este mes se celebró en el mundo el día del trabajador, que nació de un episodio ocurrido en la ciudad de Chicago. El 1 de mayo de 1886 ocho trabajadores fueron condenados a muerte por su lucha en favor de la jornada de labor de 8 horas diarias. Cinco de ellos fueron alemanes: Auguste Spies, Michael Schwab, Georges Engel, Adolph Fischer y Louis Lingg; dos norteamericanos: Óscar Neebe y Albert Parsons; y un inglés: Samuel Fielden. Ellos fueron los célebres “mártires de Chicago”, condenados a muerte en aquel año y que dieron lugar al “primero de mayo” como la fecha internacional de los trabajadores.
Ellos postularon el internacionalismo y sostuvieron que determinadas actividades humanas se ejercen o deben ejercerse por encima de las fronteras nacionales y que, en consecuencia, sus promotores deben fijar metas y estrategias en términos transnacionales.
El líder marxista alemán Wilhelm Liebknecht, elegido presidente del congreso laboral celebrado en París en ese año, dijo en su discurso inaugural que ese certamen era “el primer parlamento de la clase trabajadora internacional reunida para concluir una alianza sagrada del internacionalismo proletario”. A él asistieron dirigentes de varios países europeos. Entre ellos: Edouard Vaillant, Charles Longuet y Paul Lafargue de Francia, los delegados ingleses Hardie y Eleanor Marx Avelingla —hija de Carlos Marx—; de Bélgica concurrió César Paepe, Italia se hizo representar por Andrés Costa y Amílcar Cipriani y de Austria asistieron Víctor Adler y un buen número de compañeros.
Lo importante es señalar que, desde el comienzo, los dirigentes laborales tuvieron plena conciencia de que estaban formando el internacionalismo proletario, ya que su causa era una obra internacional que requería el apoyo militante de los proletarios de todos los países. De modo que, sin perjuicio de que los proletarios tuvieran bien plantados sus pies en su suelo patrio, el entendimiento internacional fortalecía su causa.
El internacionalismo proletario tiene dos elementos importantes: la solidaridad con los procesos de cambio de todos los pueblos y el aprendizaje de lo que ellos tengan de positivo para alcanzar los comunes objetivos de la causa de los trabajadores.
Y es que numerosas metas y actividades humanas poseen carácter supranacional en el mundo de la globalización y muchos elementos de la vida del hombre —la cultura, la política, la economía, la ciencia, el deporte y muchos más— tienden a internacionalizarse. Y hay actividades que son esencialmente supranacionales, como la protección de los derechos humanos, el mantenimiento de la paz, el desarme, la defensa del medio ambiente, el control demográfico, la conquista del espacio interplanetario y muchas más.