El cruento episodio de París es apenas un eslabón de la cadena del terrorismo transnacional inaugurado en el 2001 contra las torres gemelas de Nueva York, que dejó 3.248 muertos, y cuya repetición -felizmente frustrada- se intentó ocho años después con un coche-bomba en Times Square, una de las zonas ciudadanas más concurridas del planeta.
Lo de Charlie Hebdo es más que un ataque al derecho de libre información: es parte del choque de civilizaciones entre Occidente y el islam radical, en el que se inscriben centenares de atrocidades cometidas por los extremistas musulmanes.
Recordemos que en el 2005 la publicación de unas caricaturas de Mahoma en el periódico danés Jyllands-Posten y en la revista noruega Magazinet disparó el odio de los musulmanes radicales contra Dinamarca, Noruega y Francia, principalmente, y que en Beirut, al grito de: “¡No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta!”, turbas fanatizadas incendiaron el Consulado danés y destrozaron iglesias en el barrio cristiano de Achrafiyé.
En el 2012 estallaron violentos tumultos en las calles de Egipto, Libia, Yemen, Líbano, Túnez, Afganistán, Irán, Irak, Siria, Indonesia, Pakistán, Bangladesh, Sudán y Marruecos en protesta por la película ‘The Innocence of Muslims’, cuyo tráiler doblado al árabe fue proyectado por 14 minutos a través de internet. La película, producida en Estados Unidos por Nakoula Basseley Nakoula —copto egipcio residente en California—, ridiculizaba a Mahoma. Esto desató la furia de las comunidades islámicas radicales, que salieron a cometer toda clase de actos de violencia.
En Libia, al grito de “¡no hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta!”, incendiaron el consulado estadounidense en la ciudad de Bengasi y mataron a tiros al embajador y a tres funcionarios diplomáticos.
Recientemente la milicia Boko Haram abrió fuego en Nigeria contra un grupo de niños que veían por televisión un partido de fútbol y dejó decenas de muertos. Lo hizo porque jugar o mirar fútbol es un “acto satánico”. Su despiadado líder —el joven fundamentalista Abubakar Shekau—proclamó: “me gusta matar a quien sea que Dios me pida matar”.
El mundo vio aterrorizado hace unas semanas cómo la banda terrorista “Estado Islámico (EI)”, al grito de “¡Alá es Grande!”, degolló ante las cámaras de TV a cinco secuestrados occidentales en algún lugar del desierto iraquí.
Los fanáticos integristas islámicos odian a Occidente. Les hiere la cultura occidental que, por la vía del avance científico y tecnológico, está en su mejor momento y su influencia se extiende sobre el planeta. Hablan de la “invasión cultural” de Occidente contra el mundo islámico y han emprendido una campaña de terror contra el “saber occidental”.
Estas son unas poquísimas muestras del conflicto de civilizaciones que avanza alrededor del planeta.