Sí: “Lo más importante que hacemos los hombres es ensayar y ensayar”. Opinión de Gregorio Marañón y Posadillo, mi maestro. Según Emilio Uzcátegui, los más de mis artículos son microensayos. Eso de ensayar y ensayar no es más que un intento, en ocasiones vano, de matizar la verdad, entenderla mejor. Ensayar supone una forma de restarle validez a lo consagrado, ponerlo en cuestión con argumentos. Intentar develar esas fuerzas ocultas que subyacen en la conciencia, condicionando sentimientos y conductas.
Son de Hugo Alemán Fierro estos versos: “Tengamos para todos los desengaños una/ sonrisa de ternura, de perdón de optimismo”. Es la sonrisa que mantuvo Julio César Trujillo. El imperio de la Ley, la justicia social, el respeto por las creencias del prójimo, sus convicciones. De la derecha a la izquierda, el recorrido político del maestro universitario, liberal y limpio como exigía también Marañón. Mantuve con Trujillo una de esas amistades inalterables, de esas que nacen del fondo de la conciencia y se mantienen pese a silencios de años. Estuvo esperándome a la salida del Palacio de Gobierno cuando dejé el Ministerio de Salud Pública y fui a despedirme del Presidente Roldós. “Rodrigo, ha concluido su conscripción. Vuelva a la Politécnica (EPN). Vamos a tomarnos un cafecito donde la Samba Teresa”. Cuando fui invitado a visitar la República Popular China: “El inmenso país ha seguido un proceso admirable en muchos aspectos”. El último encuentro, cuando le pusieron mi nombre al Instituto de Biomedicina de la Universidad Central: “Volvió a la Politécnica, Rodrigo. Continuó sus investigaciones. Como catedrático ha sido liberal y limpio, como demandaba su maestro Marañón”. Fuerzas que subyacen en mi conciencia me unían a Julio Cesar Trujillo.
Aquellas fuerzas que condicionan sentimientos y conductas me han llevado a contar con los mejores amigos que pude haber merecido. El mismo Trujillo, producto de antiguas estirpes. Boanerges, hijo del gran pintor Víctor Mideros, el de los temas bíblicos, al que le vi siempre en su taller puesto el kipá judío (el solideo católico) y en donde vi por primera vez el candelabro de las 7 luces.
Juan Esquivias, jesuita, español, hebraísta connotado, al que también le vi puesto el kipá. Un día de esos: “Rodrigo, suspende la consulta y ven a verme”. El tono no admitía reparos. Del consultorio a la Residencia de Profesores de la U. Católica y de allí a Guápulo. En una de esas pequeñas casitas un viejo judío agonizaba. Mi amigo le ayudo a bien morir, con oraciones pronunciadas en hebreo antiguo. Aquel judío murió con una sonrisa en los labios. Las fuerzas que subyacen. Apellidos de judíos sefarditas españoles. De toponímicos: Esquivias, Posadillo, Trujillo, Mideros, etc.; de minerales: Fierro, Plata, etc.; de animales: Cordero, etc.