Cuanta tristeza y dolor ocasionan al gremio constatar que jóvenes galenos, funcionarios y dependientes de la burocracia gubernamental, defienden ciegamente su posición actual, que es transitoria. Así ofenden y denigran a los representantes de su familia profesional, a la que estarán integrados durante toda su vida.
Totalmente reprobable la gestión de los gobernantes en el área de la salud orientada a enfrentar médicos contra médicos.
Se esgrimirán argumentos maquiavélicos, deslustrados por repetitivos y poco imaginativos, como aquel que “el fin justifica los medios”, sin visualizar el perjuicio que para el avance científico y para el servicio humanitario, inherentes a esta profesión, ocasionan estas actitudes empeñadas en silenciar justos reclamos.
La personería jurídica de los colegios, federaciones y todas las agrupaciones profesionales fue desconocida por este régimen, que encontró arbitrios legales para retirar la obligatoriedad de los miembros de cada uno de estos colectivos de asociarse. Sin embargo, estas organizaciones han permanecido vitales por la afiliación voluntaria de muchos de sus integrantes.
Aquellos que, por estar enrolados en el Ministerio o en oficinas oficiales, no han visto conveniente contrariar al Gobierno. Han dejado de aportar y se han excluido, por su conveniencia, de la Federación Médica, como lo acontecido con un director distrital de salud que, sin tener derecho alguno, ha aceptado la manipulación oficial y ha presentado una “demanda de amparo para que el juez disponga que la Federación Médica Ecuatoriana deje de intervenir en actividades políticas”. Ha concretado así una actitud de sumisión al poder y traición a su gremio.
Si exigencias como la supresión de los artículos del Código Integral Penal (COIP) -que restringen y conculcan el trabajo facultativo-; si la solicitud de un diálogo previo a la aprobación del Código Orgánico de Salud (COS) y en esa base el análisis de la estructura y funciones que tendrá la Agencia de Control Estatal de los Servicios de Salud (Acess), es hacer política. O si la protesta por la pérdida de la soberanía de la salud con la presencia de médicos cubanos -que ejercen la medicina ilegalmente, con carencia de bases sólidas e incapacidad y renuencia a participar en sociedades y eventos científicos- también es hacer política, ¿quién defiende el honor de una clase profesional que ha sido maltratada y humillada?
Someterse al designio del Ejecutivo y abandonar autorizados el trabajo en centros de salud, para acudir a las audiencias en respaldo del demandante y en ellas emitir conceptos abyectos a sus colegas es practicar una política de vergüenza.
Doloroso es el desengaño y lastima la triste constatación del orgullo y la rebeldía del doctor Eugenio Espejo, convertidos en el servilismo de jóvenes profesionales al servicio de la astucia y del oportunismo de quienes les convierten en utilitarios.
Columnista invitado