Característica del gobierno ha sido la aplicación de los principios propagandísticos, como los aplicados por el ministro nazi Goebbels, y principalmente del de vulgarización: “Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa”.
Muchos mensajes gubernamentales, no siempre verídicos, han sido aceptados como tales por la colectividad. Entre ellos el estribillo de “defensa de la soberanía”, que a mi parecer se ha desnaturalizado con la presencia de un canciller nacido en el extranjero, nacionalizado y poseedor de pasaportes de otras nacionalidades.
El mundo contempla indignado y condena, día a día, los ataques y el espionaje cibernéticos que afectan, en todas las latitudes, a instituciones estatales. Incomprensiblemente las autoridades de nuestro país brindan refugio y protección, en una embajada, a uno de los más conspicuos “jackers”, de esta era informática, con la deleznable justificación de hacerlo por una “frontal defensa de los derechos humanos”.
Mientras tanto, millares de ecuatorianos de las más variadas condiciones económicas, profesionales y sociales padecen una injusta discriminación de muchos gobiernos que les exigen visados condicionados y burocráticos, como no lo hacen a ciudadanos de diferentes nacionalidades.
En algunos casos los trámites deben efectuarse en otros países, que son sedes de consulados que no existen en el nuestro.
¿Puede la Cancillería justificar su incompetencia de una década en la cual no ha tratado, ni podido solucionar esta permanente afrenta para los compatriotas?
Contradictoriamente, se ha tratado de beneficiar indiscriminadamente a varios inmigrantes con el otorgamiento de la “ciudadanía universal”, situación que abrió incondicionadamente las puertas de nuestro territorio a grupos de nómadas que ocasionaron conflictos sociales inesperados y requirieron rectificaciones súbitas en esta política errática aniquiladora del concepto de “país soberano”.
Está por inaugurarse un gobierno que ofrece cambios en el estilo de gestión, pero trasluce, en sus primeras disposiciones, un aparente y temido continuismo; sin embargo subsiste una débil esperanza de la concreción de importantes rectificaciones en la política exterior, orientadas, por una parte, a optimizar los trámites de visados internacionales para los innumerables compatriotas que trabajan, viven o estudian en el exterior y, por otra, a ser celosos en el rescate del buen nombre y prestigio de nuestro país, en el concierto mundial, dando fin al alojamiento costoso y desgastante del transgresor informático que nos abochorna.