Diego Cevallos Borja
Columnista invitado
El presidente de México empezó su mandato de seis años echando por tierra antiguos modos y símbolos de ejercer el poder, arropándose en frases similares a las expresadas por líderes de gobiernos autoritarios y populistas y añorando un pasado que, según él, fue el más luminoso de su país (la etapa de estatismo, economía cerrada y represión).
México, de acuerdo al nuevo poder político, entró en renovación total, y su líder, Andrés Manuel López Obrador proclamó en la plaza pública, el emblemático Zócalo: “Ya no me pertenezco, yo soy de ustedes (el pueblo)” y por eso no puedo fallarles.
AMLO, el acrónimo del mandatario, enterró, apenas posesionado, los símbolos y la parafernalia del poder presidencial que lo precedió. Abrió al público la casa presidencial, en la que él no vivirá, renunció a la protección de la guardia presidencial, mantuvo el uso de un auto sencillo, camina por la calle, se acerca a sus partidarios sin mayores medidas de seguridad, viaja en avión comercial y cada mañana, puntual, de lunes a viernes, se reúne con su gabinete 6 am y con la prensa una hora después.
La impronta caudillesca del nuevo presidente, sus frases de carácter misional y el purismo moral de entrega y servicio que proclama, así como la partición de aguas que hace entre pueblo y conservadores, enciende alarmas. Su frase “ya no me pertenezco” es casi igual a la expresada años atrás por el fallecido Hugo Chávez y similares a las de Nicolás Maduro, ex presidente y presidente actual de Venezuela, respectivamente. Maduro estuvo en la posesión de AMLO y juntos se fundieron en un abrazo, el primero ofreciéndole apoyo y el segundo agradeciéndole efusivamente su presencia. En política internacional no habrá veto a ningún país.
El tiempo dirá si México, una de las 15 mayores economías del mundo, abrió una etapa de más democracia y desarrollo o de autoritarismo. Lo cierto es que AMLO cuenta con mayorías legislativas amplias y puede cambiar leyes y políticas sin negociar con opositores.
Hasta el momento nadie sabe cómo se pagarán los amplios programas sociales que el mandatario ofrece sin contratar más deuda, subir impuestos y sin generar déficit fiscal. Los recursos no alcanzan.
En su discurso de posesión, AMLO dejó claro que para él, los gobiernos iniciados en los años 80 son los culpables de todos los males y que los de los años 30 a 60 fueron luminosos. La etapa demonizada fue la de libre mercado, libertad de expresión, mayor equilibrio de poderes y competencia electoral, mientras la otra fue la del estatismo y el poder presidencial imperial.
Aunque muchos consideran que AMLO es de izquierda, sus orígenes están en el PRI y en su discurso se añora el pasado de ese partido.
En palabras del presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz, México está en manos de un “místico, un cruzado, un iluminado”.
Difícil reto para una frágil democracia.