Agencia IPS
El gobierno cubano enfrenta el reto de profundizar sus reformas y extenderlas al plano político en un año en que prepara el relevo generacional de 2018, entre nuevas dificultades económicas y el probable retroceso en el deshielo con Estados Unidos.
Muchos analistas en Cuba evitan hacer conjeturas y prefieren esperar a que el nuevo presidente estadounidense, el magnate republicano Donald Trump, asuma el 20 de enero y comience a adoptar medidas, alegando que una cosa es la campaña electoral y otra gobernar.
En todo caso, cualquiera sea el rumbo de la nueva administración de Washington, tendrá su impacto en este país caribeño separado apenas 90 millas (120 kilómetros) de las cosas estadounidenses.
Esteban Morales, economista y estudioso de los vínculos cubano-estadounidenses, no cree que Trump se deje llevar por la línea de acabar con los negocios ya iniciados con Cuba. “Pero también creo que nuestro país está preparado para soportar una vuelta atrás”, dijo a IPS.
A su vez, el activista social Isbel Díaz estima que Cuba “no debería subordinar su política interna en relación al inquilino de la Casa Blanca, sea este Obama o Trump. “Si el gobierno cubano es coherente con su propio discurso de independencia, tendría que asumir ese reto”, afirmó a IPS.
La llegada de Trump a la Casa Blanca aleja las esperanzas de que el legislativo Congreso estadounidense, controlado por el Partido Republicano, ceda a las demandas del cese del embargo contra Cuba, considerado por La Habana como Cuba el principal obstáculo para su desarrollo y la plena normalización de los bilaterales.
Ese cerco económico vigente desde 1962 frena la llegada al país de inversiones extranjeras en los volúmenes que esta isla necesita (alrededor de 3.000 millones de dólares anuales), junto a causas de orden interno como las dilaciones excesivas en el proceso negociador y prejuicios que el presidente Raúl Castro ha pedido superar.
Si Trump decide vetar las directivas ejecutivas de su antecesor, el demócrata Barack Obama, que en los últimos dos años han flexibilizado las restricciones del embargo, afectará no solo a Cuba, sino también a sectores empresariales estadounidenses interesados en invertir o que ya están negociando su desembarco en el país.
“No creo que Trump tenga un argumento sólido para prohibir de nuevo a las compañías aéreas que vuelen a Cuba, ni a los cruceros que arribarán este año. O que discuta con (las empresas hoteleras) Marriot y Starwood, para que salgan de Cuba (luego de ser autorizados a operar establecimientos locales)”, comentó a IPS el economista cubano Omar Everleny Pérez Villanueva.
Patricia Grogg
IPS