Criminales mediáticos
El 2014 ha sido un año violento marcado por la difusión pública de ejecuciones de seres humanos realizadas por fundamentalistas, capos o extremistas que, siguiendo un estilo intimidatorio y publicitario de ciertas mafias de antaño, atemorizan a la población y dejan su impronta de sangre en espacios generalmente estratégicos o en disputa.
La ominosa incursión de miembros del Estado Islámico en los medios de comunicación para difundir su barbarie fue posiblemente el punto de inflexión entre el crimen común, individual o de masas, practicado desde tiempos inmemoriales como resultado de un hecho voluntario o imprevisto pero que revestía o pretendía ser encubierto o mantenerse anónimo, frente al espeluznante espectáculo actual de masacres y ajusticiamientos en vivo, a veces a cara descubierta, demostrando que todo aquello es parte de una deliberada puesta en escena.
La guerra, esa perversa invención de los más poderosos, ha justificado a lo largo de la historia la muerte de centenares de millones de personas. Hoy los fundamentalistas islámicos también usan como escudo la yihad o guerra santa, y a través de ella y de sus particulares interpretaciones religiosas, convierten a sus fieles en mártires a cambio de obtener como recompensa el paraíso y las setenta y dos vírgenes que les esperan allí para su goce personal. Como resultado de la difusión pública de sus aberraciones y de tales ofrendas, reclutan seguidores en todo el mundo.
La reciente matanza perpetrada por talibanes en una escuela militar de Pakistán, con un saldo estremecedor de más de ciento cuarenta muertos, casi todos niños, dejó también al descubierto la evidente intencionalidad de los terroristas de divulgar sus advertencias y sus acciones vengativas no sólo entre sus enemigos regionales, sino también de enviar al mundo entero un mensaje de horror: aquí estamos, esto somos, esto es lo que haremos con ustedes…
En México la estela de sangre no cesa. El hallazgo diario de cuerpos expuestos a la violencia más aterradora tiene tintes intimidatorios y comunicacionales. Los criminales se disputan a muerte, literalmente, los espacios vaporosos en los que confluyen el poder, la política, el dinero y la difusión pública de sus delitos.
Otros tiranos contemporáneos como Omar Al-Bashir en Sudán, Kim Jong un en Corea del Norte o Robert Mugabe en Zimbabwe, utilizan el poder político y sus propios medios de comunicación para sostener sus regímenes imponiendo el terror en sus conciudadanos, y cómo no, también en el resto de la humanidad a la que, de vez en cuando, le envían mensajes de tinte exterminador.
No hay duda de que la maldad está en la esencia del ser humano, latente en ciertas personas, reprimida en otras; explícita y evidente en unos, velada en otros. Y si en esa esencia bullen además la soberbia, la ira, la ambición y la vanidad en valores más altos que virtudes y noblezas, tenemos entre manos a los criminales mediáticos, estos tumores cancerosos que nos asedian.