Aquel pequeño enfermizo y esmirriado, de piernas arqueadas y pies torcidos, pero increíblemente ágil y veloz, golpeaba la pelota una y otra vez en el paredón del Guayaquil Tenis Club. Nadie podía imaginar que ese niño invisible que pasaba las bolas a los jugadores a cambio de una monedas, se convertiría años después en el tenista número uno del mundo.
Y es que la vida de Pancho Segura fue toda una paradoja. Nació en 1921 en un bus interprovincial en la ruta Quevedo-Guayaquil. Fue propenso al contagio de varias enfermedades, entre ellas la malaria. Poco antes sufrió de una hernia que le impedía caminar y le provocaba dolores intensos. Su aspecto físico habría tirado al traste con cualquier apuesta, por arriesgada que hubiera sido, sobre el lugar que iba a ocupar tiempo después en el mundo del deporte profesional. Sin embargo, su pasión por el tenis y sus innegables aptitudes, lo llevaron contra todo pronóstico a convertirse en el mejor tenista en la historia del país.
Poco antes de su muerte (18 de noviembre de 2017), el libro ‘Pancho Segura Cano, la vida una leyenda del tenis’, de la autora Caroline Seebohm, fue presentado en Ecuador gracias a la labor arriesgada de editorial El Fakir y de sus principales impulsadores: Gabriela Alemán y Álvaro Alemán, quien es además el traductor.
La obra es un relato ameno y conmovedor de este hombre amable que a simple vista estaba destinado al olvido, pero que gracias a su enorme fuerza de voluntad y a la destreza natural para jugar al tenis, se consagraría en la primera parte del siglo XX como uno de los mejores jugadores de la época, y, con el tiempo, además como entrenador de grandes figuras profesionales y también como un cotizado instructor de artistas de renombre en Hollywood.
Bajito, encorvado y de piel oscura, Pancho Segura revolucionó el mundo del tenis profesional con su extraño golpe a dos manos, un golpe que luego se haría muy popular entre tenistas como Jimmy Connors, su pupilo más aventajado. Esta demoledora “arma” del ecuatoriano nació simplemente porque de niño no lograba sostener con una sola mano la pesada raqueta de madera con la que aprendió a jugar.
Desde el Guayaquil de los años 20, pasando por una corta estadía en Quito como juvenil, hasta su consagración en Nueva York en los años 40 y 50, las páginas del libro refrescan y resaltan la enorme figura de un personaje que a pesar de sus incomparables logros en el deporte, resulta casi un desconocido para las nuevas generaciones.
Dice Andrés Gómez Santos, otra de las glorias del tenis: “Pancho Segura abrió la primera senda para el tenis profesional en el Ecuador.
Representa la perseverancia de conseguir lo que se busca con una sonrisa franca en el rostro y la mejor predisposición.” Y nada más que Jimmy Connors, un grande del tenis: “En mi generación, cualquiera que estuviera metido en el tenis diría: ¡Ahí va Pancho Segura!… No creo que nadie supiera más del juego”.