A pesar de las dificultades que pasan los escritores ecuatorianos para publicar sus obras por el escaso interés de las editoriales, que va de la mano con el bajísimo nivel de lectura de nuestro país, aún quedan autores dispuestos a dejarse la piel en un oficio tan laborioso como mal remunerado y peor reconocido.
207, la nueva novela de Rafael Lugo Naranjo, publicada por la editorial de la Universidad San Francisco de Quito -que incursiona por primera vez en la literatura de ficción- es más que una simple conjunción de números entre su primera obra ‘Veinte’ (Alfaguara, 2008) y la que le siguió en el tiempo, ‘7’ (El Broli, 2012). 207 es el final de un ciclo, el epílogo de una historia que persiguió a su autor desde la adolescencia y que lo llevó, asumo que sin que él lo hubiera presentido, hacia el maravilloso mundo de las letras.
Esta tercera entrega descubre sin duda a un autor maduro y reposado que debe desprenderse de esos fantasmas que lo han perseguido desde la universidad, quizás antes incluso, hasta este nuevo siglo en el que su personaje y alter ego, Iñaki (Ignacio), resuelve todas aquellas cuestiones vitales que lo llevaron por los caminos de la delincuencia, de la amargura, del desasosiego ciertamente, pero también por los de una efímera felicidad. Junto a él escriben esta parte final sus propios espectros Virgilio y Teo que, junto a Amanda, nueva en estas desventuras, descubrirán su propia esencia, la de ellos y la de Ignacio, en un final sorprendente que también devela al narrador invisible de todas las novelas de la trilogía.
Capítulo aparte merece en esta obra el viaje refrescante al que nos lleva el autor por varios de los rincones de Quito visitando a sus ancianas magnolias. Este pasaje quizás es el que retrata a Rafael Lugo con mayor claridad. Allí está él entusiasmado con los árboles que adornan la ciudad o que, al menos, la hacen menos triste.
Allí está Lugo, andariego y observador descubriendo aquí un aguacate imponente, un molle elegante o un álamo brioso. Allí está el escritor, voyeur consuetudinario, mirando hacia esos lugares que los demás no son capaces de mirar, escrutando donde otros no se han fijado jamás. Allí están Rafael e Iñaki conversando sobre esas magnolias que han visto tanto, que han soportado tanto… Allí están los dos soñando con convertirse algún día en su savia, en sus raíces, en su tronco, en sus hojas danzantes.
207 tiene la impronta de Rafael Lugo. Es esta una novela que destella pasajes brillantes, ideas magníficas y personajes magnéticos con una historia que abre y cierra perfectamente con la magia de las palabras. Dice el autor en las primeras líneas: “He soñado que caía despacio sobre un campo luminoso. Que mi madre reía bajo un árbol rojo, dándome la bienvenida con gestos elocuentes. A su alrededor había césped de varios tonos de verde. En el mismo sueño mi padre me abrazaba mientras rodábamos por la hierba. Fue un sueño de esos días ahora tan tenues, antes de entrar al infierno.”