Desde el sábado ardió en llamas el cerro Atacazo. Cerca de 850 hectáreas del Distrito Metropolitano de Quito y del cantón Mejía, consumidas por el fuego. Un ambiente turbio, caluroso y opaco en la ciudad debido al desastre ambiental provocado, según dicen, por inescrupulosos cazadores de conejos o por descuidadas quemas agrícolas. Aún hay silencio sobre los responsables de ese incendio dantesco.
Pero no solo ese incendio ha sido noticia en estos días. El fuego consumió la casa de Margoth Escobar en Puyo. Margoth Escobar es una conocida dirigente, mujer fuerte y luchadora, activista y defensora de los derechos humanos. Según los bomberos de Pastaza, el incendio fue provocado, es decir, alguien ha querido hacer daño, amedrentar o callar a Margoth Escobar. Solidaridad. Solidaridad. Solidaridad. Y respuestas urgentes.
A Margoth Escobar no la van a callar. Eso dice ella. No se dejará intimidar ni dejará de decir lo que siente. “Si callo soy cómplice y no sirvo para eso, ¡Carajo!”, dice Margoth Escobar con la fuerza de sus convicciones, porque ha visto en su vida crecer árboles y ahora ve como se destruye la selva. Y le duele porque ella es una defensora de la naturaleza. Las llamas podrán haber destruido su casa y sus bienes pero no podrán silenciar esa voz fuerte y potente.
En otro escenario selvático, las llamas han acabado con una casa ceremonial de los secoyas en Cuyabeno, Lagartococha. Según las denuncias, esa quema sería la consecuencia de un conflicto territorial entre comuneros kichwas y secoyas, provocado por intervenciones ministeriales de entrega de tierras de manera arbitraria e inconsulta. Paz entre los pueblos. Y respuestas urgentes. El pueblo siecopai hace su denuncia y su llamado y exige responsabilidades a aquellos que se encargan de dividir a los pueblos indígenas. No hay llamas que puedan con el poder del yagé, aunque hoy su casa ceremonial esté destruida.
Y donde hubo fuego, cenizas quedan: las cenizas del 30 de septiembre de 2010, día la revuelta policial que terminó en trifulca, con muertos, heridos y con 300 personas investigadas y 50 encarcelados, no se extinguen. Los afectados hoy, como quien avienta los carbones en la brasa, hacen saltar chispas con sus reclamos: quienes fueron víctimas aparecieron como verdugos y quienes fueron verdugos se dijeron víctimas.
En realidad, este es el país de los incendios. Está encendido el fósforo de la inquina y la venganza y puede formarse otro incendio político. Se incendia la Asamblea con las denuncias de corrupción. De contraloría salen incendiarios informes que evidencian el continuo despilfarro. Las llamas enturbian el ambiente político hasta volver el aire espeso, asfixiante. Unos riegan combustible. Y otros están listos para arrojar el fósforo.