En esta época de nerviosismo, a la espera de nuevos nombres comprometidos en actos de corrupción, resulta ilustrativo recordar lo que hace muchos años se delineara una especie de manual general del corrupto, que al parecer no aplicaron en su totalidad y dejaron huellas, sin reparar que no existe crimen perfecto.
Conceptos básicos para la tarea de enriquecerse en corto plazo en una función pública, para lo cual evaden controles oficiales y de organismos a los que constitucionalmente se les encarga esta tarea y cuentan con la ayuda de operadores de justicia, que genera impunidad. Para usar estos recursos el usuario del manual debe haber escalado a una posición de poder en una de las entidades públicas.
Debe asegurarse de un despacho libre de fugas de información, contar con un equipo de trabajo de absoluta confianza y un interlocutor con proveedores. Mejor si no tiene cargo y se instala en una oficina fuera de la institución, en donde se puede centralizar las operaciones confidenciales. Para las adjudicaciones, declarar emergencias y con ello hacer concesiones a dedo, sin concursos.
Debe verificar cuidadosamente la base legal y la normativa secundaria en busca de los resquicios para lograr atribuciones discrecionales que le permita actuar con facilidad. Si no hay base legal que entorpezca un trámite, créelo. Diseñe un esquema que acumule la mayor cantidad de trabas y requisitos que impida a unos proveedores y favorezca al escogido. Mientras ejerzan las funciones deben permanecer en estado de vida normal. No compre bienes inmuebles ni autos nuevos y si lo hace ponga a nombre de terceros. No aparezca con prendas finas muy caras. Tiempo habrá en el futuro de mejorar su estatus, aunque sea divulgando que se sacó un premio gordo de la lotería, que le fue exitosamente en negocios particulares con su pareja o familiares cercanos. Lo que unos no entienden es que no van a permanecer siempre en el poder.
Bien decía Bob Klitgaard, estudioso americano de temas de corrupción, catedrático de las prestigiosas universidades Harvard y Yale y que he tenido oportunidad de entrevistarlo, que para enfrentar este mal se deben corregir los sistemas que mantienen la discrecionalidad, la opacidad y falta de transparencia. La corrupción no es sólo un problema de individuos carentes de ética sino de sistemas y estructuras y se alimenta de impunidad al más alto nivel, al amparo de funcionarios de instituciones cómplices. Según el académico, para que una administración logre credibilidad y eficiencia en la lucha contra la corrupción es esencial “freír al pez gordo” y empezar por castigar a los grandes corruptos.
Retumba la frase usada del escritor y filósofo español, Miguel de Unamuno, en el sentido de que no es raro encontrarse con ladrones que predican contra el robo para que los demás no les hagan la competencia.