Nada ni nadie puede justificar la violencia y el vandalismo aunque existan motivos para realizar manifestaciones y ejercer el derecho a la protesta. Esto es condenable y desvirtúa cualquier acción en este sentido. Lastimosamente no hay espacio para el diálogo, la tolerancia y el equilibrio. Al contrario, a la protesta se activa de inmediato la obligada contraprotesta oficial burócrata y con ello se profundiza la confrontación.
Solo quedan los extremos, entre supuestos terroristas y alfombras. Por un lado los que desean formular críticas, ejercer el derecho constitucional a la resistencia (art. 98) que en esta administración se aprobó e incluso respaldar obras y acciones positivas pero con argumentos. Por otro, los que defienden a ciegas al oficialismo, sin posibilidad de diálogo, que está consagrado en las normas vigentes (Código de la Democracia).
Se actúa en forma implacable para llevar la contra a los que discrepan, reducir al máximo su espacio de acción, reprimirlos y descargar contra ellos toda la culpabilidad de las desgracias posteriores. Las pruebas tendrán que venir después.
La última manifestación social de trabajadores y estudiantes y la contra manifestación oficial demuestran el afán de confrontación, de no garantizar los derechos constitucionales y peor con acusaciones que pretenden demostrar que los jóvenes, con la complicidad de determinados maestros, quieren desestabilizar con el enorme arsenal de bombas que presumiblemente se pasaron elaborando en las aulas. Resulta que existirían estudiantes y no estudiantes terroristas que no fueron descubiertos sino el día de la marcha.
Cuando se producen manifestaciones y contramanifestaciones es evidente que el saldo será lamentable, en lugar de dejar que libremente se expresen y todo terminará en eso. ¿Por qué a cada episodio tiene que haber un contraepisodio? Por qué tiene que medirse fuerzas y valorarse cuál tuvo más? ¿Por qué tiene que haber ganadores y humillados con cárcel, abogados defensores amenazados y padres de familia arrodillados para que pidan perdón pero solo con el modelo que obliga el poder?
No hay espacio garantizado para expresarse libremente en contra. O todos se allanan callados a las manifestaciones oficiales obligadas o simplemente pasan a formar parte del cuento de la “amenazante restauración conservadora”, aunque allí estén y crecen las diversas expresiones políticas, sociales y estudiantiles.
¿Qué se quiere de los jóvenes, que no tengan la posibilidad de reflexionar y expresarse alguna vez, sin violencia por cierto? ¿En qué queda lo que promocionaron como el pensamiento crítico?
El insigne escritor ambateño Juan Montalvo decía, en Las Catilinarias, desgraciado del pueblo donde los jóvenes son humildes contra el tirano y donde los estudiantes no hacen temblar al mundo. Eso seguramente solo servía para hacer frente a los gobiernos anteriores.
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