El daño que le irrogó al país la década que gobernó Correa en el ámbito económico confirma que la economía nunca fue una prioridad ni una meta, fue simplemente un instrumento para alcanzar objetivos políticos y electorales. Si habría priorizado manejar la economía de forma adecuada, nunca se habría duplicado el gasto público frente al PIB, ni se habría producido un endeudamiento tan agresivo como el ocurrido que quintuplicó al deuda frente al PIB en los últimos 8 años, ni se habrían debilitado las reservas internacionales al punto que ni siquiera cubran los depósitos bancarios privados.
Por lo heredado, al momento el margen de acción de la política económica es muy estrecho, pues se presentarían decisiones que pueden resultar insólitas, paradójicas y hasta poco entendibles. Varios ejemplos se pueden citar. El primero, el incremento acelerado de la deuda pública no alcanzó a cubrir el incremento demencial del gasto público lo que significó déficit fiscales superiores al 7% del PIB en los últimos 5 años, atrasos con contratistas del estado superiores a los USD 3 000 millones y un servicio de la deuda de aproximadamente USD 3000 millones anuales solo por concepto de intereses. Esto conlleva la necesidad de incurrir en más deuda en una fase inicial, pues deben normalizarse los atrasos y cubrirse lo presupuestado mientras el gobierno va ordenando las cuentas públicas para que, en el transcurso del tiempo, el tamaño del Estado alcance un tamaño sostenible fiscalmente y las necesidades de nueva deuda se reduzcan.
El ordenamiento de la casa debe acompañarse necesariamente de una sostenida reducción del gasto público. Sin embargo, esta reducción enfrenta también varias restricciones. Si la magnitud del ajuste es demasiada abrupta puede profundizar el estancamiento económico con más problemas de empleo además de abrir un clima político adverso. Si por el contrario la reducción del gasto es demasiada tibia, el ordenamiento fiscal puede diluirse y el programa económico se rompería. Por esa razón, es fundamental reglas y metas fiscales claras y viables, por ejemplo, no solo un equilibrio fiscal primario que no considera el pago de intereses de la deuda, sino una meta fiscal global que contemple la totalidad de los ingresos y gastos del presupuesto.
No obstante lo anterior, hay circunstancias a favor que debe aprovechar el gobierno. La reciente ampliación de la línea de financiamiento del Banco Mundial al país, la visita del FMI que debe extenderse a un programa stand by a 3 años plazo que permita, entre otros varios beneficios, replantear la deuda externa a mejores condiciones, la ley económica que con todos su peros y necesarios ajustes cambia el norte de la gestión fiscal y la visita próxima del Vicepresidente de los Estados Unidos, todos ellos son factores que podrán ayudar a bajar el riesgo país y a mejorar las expectativas internas y externas que redunde en más confianza.