El anuncio del Presidente de la República del retiro temporal de la Ley de Herencias tiene dos salidas: o regresa a la Asamblea Nacional o nunca regresa.
Sin embargo, haberle dado esa figura mantiene un clima de tensión e incertidumbre que no colabora con la coyuntura económica. Seguirán sin definirse una gran cantidad de proyectos de inversión, pues cualquiera en su sano juicio no se atreverá a tomar decisiones sin conocer el futuro de esta ley así como otras normas como la de plusvalía. La palabra “temporal” provocará que se pierdan millones de dólares por la menor producción, miles de puestos de trabajo que no se concretarán, el consecuente menor financiamiento por parte del sector financiero, la lógica reducción de la liquidez que expresa ese menor nivel de actividad, más contracción de la ya marginal inversión extranjera, entre otros costos.
Lo lógico es que se entierre el proyecto de una vez por todas. Si la ley está solo en reposo, es decir, se va a insistir luego mostrando que ese retiro es solo para que el Santo Padre no se lleve una mala impresión o para bajar la tensión interna, se está tapando el sol con un dedo.
La agresividad que le asignan a la oposición es una fábula. El principal agresor, insultador y violento desde hace ocho años y medio ha sido y sigue siendo el mismo Gobierno. Que uno que otro crítico del régimen en alguna manifestación haya ingerido licor y le hayan filmado es un problema aislado que no puede generalizarse. Más del 70% de la gente, según una encuestadora reconocida, desaprueba esa ley. Por lo tanto, ¿cómo pueden argumentar que solo el 2% se perjudicaría?
Ya no aplica probar al Gobierno que la ley sí afecta a los pobres y a la clase media. Sin embargo, debo aclararlo. Es un tema conceptual, pues si la base de aplicación de la ley baja, como de hecho es, la reducción del nivel que rige para contabilizar el impuesto a la herencia y, los intervalos para personas con mayores ingresos reciben un impuesto a la herencia más alto, matemáticamente es imposible que no haya afectación a la gran mayoría. Es un tema de concepto y de lógica económica, que parece que entre tanta lumbrera no lo ven. Que los pobres no pagan, por supuesto, pues no tienen ni activos ni patrimonio. No obstante, del nivel de pobreza hacia arriba todos pagan más frente a la ley actual. Lamentablemente, no puedo insertar un gráfico y una tabla. No utilicen ejemplos equivocados como el de la madre y los tres hijitos. Algún rato la mamá fallecerá y los hijitos heredarán y ellos, por separado, pagarán siempre más con esta probable ley.
Los ricos con fortunas bien habidas y que han cumplido con las leyes son importantes por la producción y el empleo que generan. Por lo que destruirlos es apagar una muy importante fuente de trabajo. Acabarlos más huele a complejos y envidia. La ley ni recaudaba ni distribuía, ¿por qué tanto emperro en promoverla? ¿Comunismo disfrazado? ¿Se quitaron la careta?
Columnista invitado