Ni somos el jaguar latinoamericano, ni hemos estado preparados. No nos sirven las carreteras ni nuestros amigos de la ALBA.
El Ecuador se encuentra en una orfandad de amigos y dinero, que empieza a obligar a dar “patadas de ahogado”, como buscar recursos dónde sea, sin importar si son en condiciones adecuadas o convenientes para el país.
Con tanta prepotencia se burlaron de los sanos consejos de austeridad fiscal. Que eran posiciones neoliberales y contrarias al interés nacional, decían a diario. Que no entienden de economía y que una forma de ahorro es invertir en vialidad, educación y salud, concepto válido siempre y cuando se acompañe con liquidez y una disciplina fiscal que nunca aplicaron.
Que es una política keynesiana basada en que el gasto público ayuda a estimular la economía, desconociendo que John Maynard Keynes nunca defendió el desorden fiscal ni fue promotor de políticas en globalización para economías abiertas, pues sus postulados, en esa época, eran para economías mayoritariamente cerradas.
Que el impuesto a la salida de divisas es para preservar la dolarización porque retiene dólares al interior de la economía. También un fiasco de política, pues si algo ha frenado la inversión extranjera, instrumento de atracción de dólares, es precisamente este impuesto.
Que es el gobierno que más ha bajado la pobreza, otro desatino, pues su caída ha sido mucho más lenta que los gobiernos previos a pesar de triplicar el gasto público y colmar la economía de subsidios.
Que la deuda en bonos es ilegal e ilegítima, otra posición absurda. El tiempo y la fuerza de las circunstancias les han obligado a hacer tres emisiones de bonos, a prendar el oro y a garantizar y/o pagar deudas con petróleo, política que en el pasado habría sido pecado mortal.
Que el Estado puede hacer todo o casi todo, otra falacia. Mal administrador al punto que el aclamado, por ejemplo, gasto en hospitales y equipos médicos, no tiene ni los especialistas suficientes ni la administración requerida que mejore la calidad de los servicios, al punto que una cita médica demanda meses en ser otorgada.
Ya se acercan los nueve años de gobierno. La vida de ricos se les agotó y la desesperación oficial crece. La liquidez se reduce día a día, las salvaguardias de balanza de pagos no resuelven el problema, los recortes de gastos fiscales no son suficientes, la economía se contrae, los mercados internacionales y los países les exigen garantías para extenderles financiamiento y los precios de los principales productos de exportación se deprimen.
La actitud presidencial lejos de moderarse se radicaliza, con lo que el ambiente político tampoco colabora con la situación económica. Incierto desenlace de los acontecimientos. El mal manejo económico y la arrogancia del poder nos ubican en una coyuntura sombría y un futuro incierto y peligroso. El pasado que tanto denigran, sin duda, será placentero en el caos que muy probablemente vendrá.
Columnista invitado