¿Correa dejará el poder?

Nos quedamos cortos quienes creíamos que el expresidente Correa había agotado su agenda la semana anterior a la entrega del mando. Al indulto de un sentenciado en el caso Duzac y a la condecoración de la autoridad electoral, añadió una serie de récords.

Entre otras cosas, en una última sabatina dominada por la nostalgia, rompió el noveno diario en 10 años; inauguró la Plataforma Gubernamental pese a los problemas en los sumideros, e indultó a sentenciados por haber transportado droga que hayan cumplido al menos 30% de su condena, que pagan penas de hasta cinco años o son enfermos terminales.

Pero la guinda del pastel fue el envío del proyecto para regular los delitos de odio y discriminación en redes sociales e Internet. Si se aprueba la Ley, los proveedores de servicios deberán informar trimestralmente al Ministerio de Justicia, so pena de graves sanciones económicas, sobre los reclamos recibidos, y comunicar a la Fiscalía los hechos presuntamente delictivos.

¡Vaya manera de querer expandir el control de contenidos y la restricción de la libertad de expresión! Como si no bastara ya con ese dogal llamado Ley de Comunicación y con las leyes comunes, que establecen sanciones para los delitos tipificados. Solo imaginemos cómo habría sido la ‘Década ganada’ si el Gobierno contaba con esta arma de última hora.

Este proyecto de ley servirá para que los asambleístas de la ‘nueva era’ y el presidente Lenín Moreno, que no se ha ahorrado ninguna declaración para encomiar las libertades y el consenso, demuestren si el espíritu del expresidente y sus operadores políticos sigue o no funcionando. Será un buen test para saber si Correa realmente dejará de influir en la política de estos días.

Porque una cosa es que haya dejado de ser el primer mandatario, después de robarse la mitad de la fiesta de posesión de Moreno ante la Asamblea Nacional y de terminar con neumonía, y otra muy distinta es que deje de gobernar. Siempre podrá decir que es parte de un movimiento que ganó las elecciones, pero lo lógico sería que le dejara el suficiente espacio de maniobra a su sucesor.

Al revisar el Gabinete de Moreno, es fácil advertir que prácticamente la mitad de los 46 ministros y secretarios desempeñaron alguna función -ministros, secretarios, alcaldes, asambleístas- en los diez años de la era Correa. Solo el tiempo dirá si se trata de un Gabinete que le ayudará a Moreno a cumplir sus ofertas, o si los sectores duros del correísmo mantienen un peso específico.

Correa ya no tiene un cargo en el buró de AP. Si interviene en la vida pública como expresidente o ciudadano, se le podrá recordar su propia máxima -errada, por cierto-: gane una elección si quiere incidir. Pero no tiene sentido apresurarse a la disyuntiva que ansía el populismo, después de todo el estropicio.

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