Cuando los populismos se ven acorralados por las circunstancias que contra viento y marea se empeñaron en edificar, lo más común es verlos insistiendo en sus modelos fallidos y esgrimiendo discursos que los liberan de culpas. Todo menos aceptar que estaban equivocados.
Si a su haber han proclamado que sacaron de la pobreza a millones de personas, a todo ese conglomerado social que se beneficiaba de esas supuestas asistencias, que en realidad más bien constituían programas de reclutamiento de adeptos con los recursos de los Estados para sus propios fines políticos, con la depreciación de las monedas de sus países y los altos índices de inflación que generaron les hicieron retroceder de un trazo a situaciones parecidas a las que vivían una década atrás.
Ante el cambio del entorno que ya no les permite malgastar a sus anchas o despilfarrar recursos en procesos que han sido un verdadero fiasco, para tratar de mantener con vida un discurso aparentemente progresista hoy enfilan nuevamente la batalla en contra de supuestos enemigos internos o externos, a quienes buscan endosar la culpa de sus propios errores y fracasos. Eso les sirve de pretexto para arremeter verbalmente en contra de sus opositores; o, peor aún, para manejando el aparato jurídico adepto encarcelar injustamente a sus oponentes.
Es una huida hacia adelante. Cuando el aparataje estatal y el mecanismo de propaganda ya no se encuentren en sus manos, sus argumentos irán perdiendo fuerza y poco a poco sus relatos se mirarán como el guión propio de un engaño descomunal. Se mirará lo objetivo.
Las realizaciones, donde hubo, fueron posibles llevarlas a cabo por el cúmulo de recursos provenientes de unas condiciones exógenas y pasajeras. Pero, de otra parte, no establecieron las condiciones para la creación de nuevas unidades productivas que creen puestos de empleo que demanden mano de obra, por lo que un desarrollo sostenido y sustentable no se ha producido.
En algunos países, el daño hecho es irreparable. Se paralizó al campo o se debilitó al aparato productivo al que, mientras se disponía de recursos, se in tentó reemplazar por la acción estatal. Ahora todo se ha esfumado, poniéndose en evidencia que no es factible el supuesto funcionamiento de un modelo dirigido verticalmente por un grupo de individuos que creían tener la solución a todos los problemas existentes. Lo único que han provocado es retraso.
Pero jamás aceptarán sus responsabilidades y pretenderán, por todo medio, decir que lo realizado se acercaba a la perfección. Tendrán razón en cuanto les permitió por una etapa histórica acumular poder para su grupo y con ello maniatar el funcionamiento de un verdadero estado de derecho. Pero a la hora de sacar cuentas los países en los cuales actuaron quedarán con una institucionalidad empobrecida, aparatos productivos alicaídos, ejércitos de desempleados y subocupados; y, lo quees peor, un enfrentamiento profundo entre los que creyeron en esos cánticos y los que fueron sus detractores.
Tocará empezar de nuevo.
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