El Primer Mandatario ha decidido retirar, momentáneamente, según su afirmación, los proyectos de ley de orden tributario enviados a la Asamblea Nacional que modificaban ostensiblemente el tratamiento impositivo a las herencias y a la denominada plusvalía.
Se emitieron señales contradictorias en un mismo día. En un primer momento se afirmaba que no habría marcha atrás para a final de la tarde emitir el anuncio que los proyectos iban a ser retirados. En lo que no hubo contradicción es en los argumentos esgrimidos para sostener la importancia de tales propuestas y es allí donde existen diferencias, o por lo menos percepciones distintas, a las que tienen un gran número de ecuatorianos.
Primero que nada, es inaceptable que se diga que la riqueza heredada es ilegítima. ¿Por qué? ¿Si el que la construyó lo hizo de manera clara, transparente, pagando sus impuestos, sus obligaciones laborales si las tuvo, no está en su libertad de hacer un acto de disposición de sus bienes? No se discute que se grave la herencia pero no con tarifas confiscatorias o de tal manera elevadas que desestimulen la formación de ahorro y creación de riqueza.
En estos días en los que hubo álgidos debates se constató que para los que apoyan al régimen el emprendimiento particular es algo nocivo, una acción que indefectiblemente provoca inequidad. Para otros, es totalmente lo contrario. Es la suma de las iniciativas de los particulares lo que puede cambiar las condiciones de un país. Son ellos los que con sus ideas, propuestas, acciones, siempre cumpliendo el ordenamiento legal, generan fuentes de trabajo, demandan mano de obra, arriesgan sus ahorros con el fin de obtener un rédito legítimo.
Esa es la manera de poner en práctica un desarrollo que se pueda mantener en el tiempo. Crear plazas de trabajo sustentables que dignifiquen a quién labora con una remuneración adecuada, que le permita insertarse adecuadamente en la estructura productiva. Esa es la manera ideal de, en los hechos, provocar una verdadera cohesión social. No se obtiene aquello con subsidios o ayudas esporádicas que, en cierto momento, pueden aliviar pero que no consiguen que las personas que los reciben se sientan parte de un sistema que fundamentalmente tiene que buscar que la mayoría goce de pleno empleo.
Estamos confirmando que la inversión estatal no lo es todo y se requiere del aporte de los particulares. ¿Pero qué sentido tiene iniciar emprendimientos o invertir en nuevos proyectos si por cada dólar que se ponga a producir, y en el evento que el proyecto haya tenido éxito, quién lo herede tendrá que buscar 50 centavos para entregar al Fisco? Si los recursos se reinvierten no habrá liquidez para pagar los tributos. Se escucha el disparate que en tal caso habría que obtener un crédito en el sector financiero. ¿Conocen de la existencia de productos bancarios que financien el pago de tributos a mediano plazo? No es un asunto de cálculo de una tarifa; es un tema de concepto que castiga a la inversión y al ahorro y ello no nos conduce a ninguna parte.
mteran@elcomercio.org