Enormes, relucientes, maravillosas; pocas cosas son tan fabulosas como las flores que le llegan a Correa de – nada menos que – Julio César Trujillo y los consejeros del Cpccs- t. Divertidas ironías, justo aquellos que estaban llamados a terminar con la tiranía de ese personaje, son ahora quienes le tiran su mayor salvavidas.
Ser ecuatoriano consiste en sufrir sucesivas decepciones, no con gotero, sino en forma de continuos baldazos de agua. El correato fue monstruoso, años de insultadera y descalificativos, cero democracia, cero institucionalidad, vivir al compás del hígado y el furor. Y, finalmente, nos llegó la hora de responder. ¿Lo hicimos con rigor institucional, con disciplina y justicia? ¿Demostramos que Correa era una excepción, una terrible anomalía?
Niet, nein, rien, naranjas. Se reaccionó con atolondramiento. ¡Todos a la picota! ¡Que los quemen vivos! Sin una superación perceptible desde el mundo internacional, todavía con descalificativos, todavía sin institucionalidad, lo importante era reaccionar frente al correísmo con hígado y furor. No importa que haciéndolo caigamos en lo mismo, nos igualemos y de paso legitimemos a los corruptos. Así, esa horrenda frase de “Todos son lo mismo” vuelve a parecer no tan descabellada.
“Se acabaron los concursos mañosos.” Esas declaraciones las realizó Trujillo cuando todavía no habían acabado sus evaluaciones de los procesos del Consejo de la Judicatura. ¿Cómo se puede calificar – de cualquier manera – algo que no ha sido total y debidamente evaluado (especialmente siendo la institución encargada de ello)?
Y, luego está el colmo más alucinante. Existía la veeduría Pacto Ciudadano, encargada de verificar que este Consejo cumpla la voluntad popular expresada en la consulta de febrero. Pues bien, el Cpccs, el organismo defensor de la supervisión ciudadana de la gestión pública, decidió disolverlo. Los controladores no tienen pues control.
¿Y las flores? La protección más fuerte hasta el momento frente a su cuco negro, el caso Balda. Las pruebas eran tan contundentes que difícilmente podía alegarse que se trataba de una persecución política. La extradición parecía una posibilidad más que tangible.
Pues bien, los derrapes institucionales, jurídicos y democráticos del Cpccs – t le permiten a Correa argumentarla. No lo digo yo. Es el propio abogado de Correa, el señor Christophe Marchand, quien señaló en televisión ecuatoriana que frenaron la extradición sobre la base que los comportamientos del Cpccs – t permiten entrever persecución política.
Pero, poco importa lo que diga el autoritario, con tal que los europeos se den cuenta de las mentiras. En ese caso esos argumentos sí calaron. Eso dice mucho sobre la gestión del Cpccs – t.