China es uno de los países más importantes. Tiene 9 millones y medio de kilómetros cuadrados (tercero en el mundo) y cerca de 1 400 millones de habitantes (primero en el mundo). Su economía ha venido creciendo hasta convertirse en la más dinámica y expansiva. Es el primer centro industrial y el mayor importador y exportador de bienes. Es, además, una potencia militar, posee armas nucleares y domina la tecnología espacial. El “tigre dormido” al que aludía Napoleón, se ha despertado vigoroso y con un apetito planetario.
Cuando las tropas comunistas de Mao Tse Tung asumieron el control del país en 1949, el Ecuador mantuvo su reconocimiento político a la China de Chiang Kai-shek, hasta 1980. Desde entonces, ha cultivado buenas relaciones con el régimen de Pekín.
El gobierno de Correa ha tomado medidas eficaces para ampliar sus vínculos con China, como la suscripción de contratos de préstamos por algunos miles de millones de dólares, garantizados con la venta de petróleo, y la adjudicación de importantes obras de infraestructura, en campos como la ingeniería hidroeléctrica.
Diversificar las relaciones económicas del Ecuador es una opción correcta de política internacional. Por lo tanto, ampliar nuestras relaciones con China tiene sólidos fundamentos ligados al interés nacional. Sin embargo, no hay que olvidar las críticas que se hacían y los peligros que se advertían como consecuencia de una excesiva dependencia del Ecuador con respecto a ciertos centros de poder económico o político, como los Estados Unidos.
Esas mismas ideas deben tenerse en cuenta al buscar el incremento de nuestras relaciones con China. Ya estamos comprometidos con los préstamos recibidos de Pekín, situación que se volverá más incómoda al ritmo en que crezca la deuda. Esos peligros son reales y no pueden desconocerse por el simple hecho de estar negociando con un aliado ideológico.
Como primer resultado de su visita, Correa ha informado que varios bancos chinos han acordado otorgar al Ecuador nuevos préstamos por un total de 7 500 millones de dólares, suma considerable que, bien empleada, podría aliviar los problemas que, de todas maneras, va a vivir la economía ecuatoriana a partir del presente año.
Pekín ha anunciado, además, que pondrá a disposición de los países de la Celac un monto de más de 200 000 millones de dólares para inversiones en proyectos de desarrollo. Tal noticia debe analizarse reconociendo, ante todo, que China busca ampliar su influencia en América Latina, como ya lo hizo en África, con muy buenos resultados económicos y políticos.
China está guiada por el pragmatismo en su política exterior. Y sabe esperar con paciencia. Sería un error creer que sus gestos de apertura financiera tienen motivos que no correspondan al más claro interés de la propia nación asiática.