La música prescinde de todos los sentidos menos de uno: el oído; sin embargo tiene la capacidad de conmover al espíritu con diferente intensidad. Depende: de la combinación técnica y sensible de las siete notas musicales que haya hecho el compositor, de sus circunstancias tanto ambientales como personales, de la sensibilidad del escuchante y del intérprete.
Todos estos factores son constantes, pero cuando se interpretan en vivo, son efímeros, se ubican en instantes distintos e irrecuperables. Una grabación alisa el tiempo, obvia las vibraciones casi imperceptibles de la emoción en vivo. Por eso Celibidache se negó a grabar y a Glenn Gould, le disgustaba hacerlo.
La música estimula al cerebro, sacude las neuronas para llenarlo de más o de menos endorfinas en busca del placer.
Pero como cada persona es un mundo, la música preferida de cada cual es distinta. Cuando se produce la coincidencia de gustos, sobre todo, aflora la confirmación de una alta cualidad de la composición.
Los músicos tienen una especial forma de hablar, de comunicar sin palabras. A ellos, les basta los sonidos.
El uruguayo Carlos Blanco dio la vuelta al mundo sin conocer idiomas. Compartía estados de ánimo con africanos, oceánicos, amazónicos, dialogaba, se entendía valiéndose sólo de los sonidos, de la música. Así es como terminó aprendiendo a tocar numerosos instrumentos no convencionales gracias a un idioma universal: la música. Los acumuló y decidió exponerlos en el museo de un pueblo de Murcia donde estableció su residencia.
La música obvia la razón, pero no la emoción porque no se trata de comprenderla sino de sentirla.
El sonido enlazado al silencio, comunica emociones, estados de ánimo, no pensamientos en los cuales, desde luego, puede inspirarse o provocarlos.
El cuerpo necesita alimento. También el alma. Esta palabra proviene del latín anima, significa “inspiración, soplo vital”, sentido básico que subyace en todas sus acepciones .
Los objetos se localizan en el espacio e incluso en el tiempo. Por eso envejecen. La música solamente en el tiempo. Pero ¿Qué es el tiempo?: un flujo inmaterial que el hombre, a partir de la conciencia lo ha convertido en una convención para ubicar los hechos, los protagonistas y si se quiere, los recuerdos.
Es en el tiempo donde mora la música.
Las serenatas, los conciertos, las sinfonías de Bach, de Beethoven y de otros genios con don, aunque las hayan compuesto hace siglos (el hecho) cuando se las escucha, flotan libremente en el tiempo. Eternamente estarán en él. No es posible borrarlas. Aún sin interpretarlas y escucharlas, estarán ahí aunque desaparecieran los instrumentos y los intérpretes.