Corazón partido, nervios de punta

Quito se desdibuja tras una pátina de crueldad y terror. En esta afirmación hay cero exageración y cero posibilidades de hacernos (una vez más) los locos. ¿O a ustedes no se les parte el corazón de saber lo que le pasó a Samuel Chambers? ¿Ni tienen los nervios de punta con la sola idea de que otro día pueda ser su hijo, su padre, su madre, su hermana, su esposo... quien aparezca en una quebrada con señales de haber sufrido una muerte atroz?

O -quizá peor aún- de ni siquiera encontrarlos, de no tener idea de qué les pasó, de que se esfumen a manos de quién sabe quién, como le viene pasando hace casi cinco años a la familia de David Romo Córdova. Como le pasó hace casi 30 años a los Restrepo Arismendi.

En estos dos últimos casos hay similitudes espeluznantes en la forma en la que la Policía (ese conjunto de hombres y mujeres a los que voluntariamente hemos entregado el uso de la fuerza para que nos protejan) ha manejado la relación con los familiares.

Por ejemplo, una negligencia vergonzosa: días que se convirtieron en semanas, luego en meses y finalmente en años, sin que haya una acción eficiente por parte de los ¿técnicos? a cargo de cada caso. Agentes que dicen una cosa, como la contraria, que proveen información confusa, que dilatan todo… En fin, que tratan con una falta de humanidad asombrosa las tragedias que han sufrido estas familias.

Como decía la semana pasada en una radio la madre de David Romo: hay estándares internacionales que establecen que un caso que a los dos años no ha arrojado pistas e información razonablemente creíbles, o que se haya solucionado, es la prueba de que se está socapando la ineficiencia policial u ocultando algún tipo de participación en el mismo.

Puede parecer que somos impotentes ante este tipo de hechos. Y en alguna medida lo somos, pero no totalmente. Tenemos el poder de exigir -a gritos si es necesario- justicia y seguridad para todos. Escribamos cartas a los periódicos, a la Asamblea, hagamos vigilias, lo que sea. Tenemos el ejemplo la Argentina con Santiago Maldonado; por favor, no nos cansemos de preguntar y de exigir.

¿O ustedes van campantes por la vida sabiendo que en Quito hay una o varias personas sueltas capaces de cometer crueldades sin nombre? Insistamos, exijamos que den con los culpables, que se haga justicia a estas familias heridas de muerte.

La Policía y la justicia tienen que hacer algo. Tenemos que obligarlas, no es opcional. No es posible ni para nosotros aceptarla ni para la Policía dar una respuesta tan pobre como que el atroz asesinato de Samuel Chambers es una “muerte indeterminada”. Yo ando con el corazón partido, los nervios de punta, no duermo tranquila presintiendo que no se hará justicia para Samuel y su familia. Y casi no puedo lidiar con la zozobra de saber que convivimos con monstruos. ¿Ustedes pueden?

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