La lectura del informe presidencial del 24 de mayo dejó una laguna fundamental: la política exterior. Es triste, por no decir preocupante, que ocho años después, solo se encuentran párrafos de resentimiento.
La referencia -una vez más- a la abusiva intervención estadounidense a través del Plan Cóndor, para anclarlo directamente con el Sistema Interamericano y específicamente con la Comisión de Derechos Humanos, que funciona desde Washington, demuestra solo una obsesión con el tema, digna de mejores causas. No es que tengamos que olvidar el pasado, pero que esa sea nuestra más importante línea en el escenario internacional es desolador.
El resultado es doblemente negativo. Primero, la obsesión ecuatoriana con la reforma del sistema interamericano ha alienado a amigos y posibles aliados en la Celac. Segundo, hace más difícil una relación saludable con Washington. Si la política exterior tiene como función básica defender la integridad nacional y promover el desarrollo del país, ¿cómo ayuda esto a la mayoría de ecuatorianos?
Buena oportunidad para preguntar ¿y qué pasó con el acuerdo al que se iba a firmar y ratificar el Ecuador con la Unión Europea? El tema parece haber caído en un total abismo… perdón, mutismo. Revisando los documentos disponibles en las páginas digitales de la UE como del Ecuador, lo único claro es que en diciembre del 2014 firmaron un documento diciendo que estaban de acuerdo con cerrar la negociación y que –una vez resueltos problemas internos- se daría paso a la firma.
En español simple: no hay aún un tratado firmado entre el Ecuador y la UE o mejor dicho, un texto que evidencia la adhesión del Ecuador al acuerdo andino negociado hace más de dos años por Colombia y Perú. En claro, no hay nada enviado a los parlamentos respectivos para su ratificación y entrada en vigencia en un futuro bien cercano.
Como simple referencia contextual, cabe indicar que Colombia y Perú se tomaron menos de seis meses entre el cierre de la negociación y la firma y ratificación final.
¿Qué pasó? ¿Dónde se extravió el trámite? ¿Hay aún debates internos sobre el tema? Difícil saberlo. Lo que sí es posible afirmar es que una de las reglas de buena fe mientras se termina una negociación comercial es no cambiar las reglas de juego existentes.
Y hay dos cosas que pasaron en estos meses. Primero, en diciembre pasado, casi al mismo tiempo que el Ministro de Comercio firmaba el acuerdo de que seguro cerrábamos el acuerdo, Senescyt presentaba el nuevo Código que reformaría la Ley de Propiedad Intelectual. La idea revolucionaria se ratificó el jueves último.
Luego, en marzo pasado, se decretó la sobretasa arancelaria del 45%. Sería increíble que la UE no haya acusado recibido del balde de agua fría.
Algunas explicaciones sobre este tema no les vendrían mal a exportadores, comerciantes, y demás ciudadanos que dependen del comercio exterior para vivir.
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