La campaña presidencial mexicana de 2006, que enfrentó a Felipe Calderón con Andrés Manuel López Obrador (AMLO), suele estudiarse como uno de los ejemplos paradigmáticos de las denominadas campañas “negativas” o “sucias”.
El primero, candidato del entonces oficialista PAN, derrotó al dirigente de izquierda -ampliamente favorito- en base a una campaña de demolición y apelación al miedo, hasta entonces sin precedentes, que logró persuadir a los votantes de que López Obrador era “un peligro para México”.
Doce años después, todo indica que no será el miedo el factor decisivo de las elecciones mexicanas. En este sentido, una encuesta publicada por el periódico Reforma, da cuentas de que el 40% de los mexicanos votarán el próximo 1 de julio movilizados por la “esperanza”, un 32% por el “enojo”, y apenas el 25% lo hará motivado por el “miedo”.
Se elegirán en las urnas representantes para el Senado Federal, la Cámara de Diputados, 9 gobernaciones, incluido el alcalde de la Ciudad de México, y autoridades de cientos de municipios. En total, 3 416 cargos electos en una misma jornada electoral.
Sin embargo, el foco de atención estará puesto en unas elecciones presidenciales que prometen ser históricas.
Con los guarismos que arrojan los diversos estudios de opinión pública, AMLO no sólo ganaría la presidencia en su tercer intento con un amplio margen que exorcizaría los fantasmas de un potencial fraude, sino que obtendría la mayoría en el Congreso, lo que le daría un gran dosis de gobernabilidad a su sexenio.
El viejo dirigente de la izquierda mexicana parece haberse inoculado contra las campañas sucias. ¿Qué cambió esta vez?
Sin dudas, AMLO ha sido capaz de interpelar a una sociedad hastiada con un sistema que cada vez tiene menos credibilidad, y que el candidato califica con la expresión “la mafia del poder”.
Tres mandatos presidenciales (Fox, Calderón y Peña Nieto) que consolidaron la violencia, la corrupción y la impunidad parecen haber contribuido a este escenario político y social que lo deja a AMLO a pasos de la codiciada “Silla del Águila”.
A menos de 8 semanas de las elecciones, la diferencia parece indescontable. Quizás la única alternativa de la oposición reside en lograr movilizar un voto útil del PRI para volcarlo a Anaya, el candidato del PAN que marcha en segundo lugar. Algo que, por cierto, hasta ahora no ocurrido.
Pese al intento –hasta ahora infructuoso- de recrear con éxito la campaña del miedo, la mayoría de los mexicanos ven al político oriundo de Tabasco como la esperanza de un México distinto.
Así las cosas, la indignación le va ganando al miedo, y da lugar a la esperanza.