El 2016 termina con un Ecuador asfixiado. Los últimos meses, diversos hechos han producido una especie de ahogo, que nos oprime. Las causas son múltiples.
Las primeras, sin duda, las económicas que ocasionan estragos sociales y humanos. Recesión, desempleo, alto costo de vida, reducción de la actividad productiva, bajo crecimiento, decrecimiento de las exportaciones, caída del precio del petróleo, en fin. Unas resultado de factores externos y otras por el derroche y corrupción.
Precisamente, mención aparte merece la corrupción. Danza de millones por coimas, sobornos alrededor de altos funcionarios del Gobierno y de las empresas públicas. La mayoría de los acusados ha fugado y pocos han sido detenidos. Escenas inauditas de fajos de dinero que caen de los tumbados… La ciudadanía no entiende cómo un gobierno que se dijo de manos limpias termina envuelto en la inmundicia de la corrupción. Y esto parecería ser solo el comienzo, se advierten más casos de descomposición. Lo inaudito: la información solicitada por las autoridades no llega cuando en otros países ya se conocen los nombres de los involucrados.
Las relaciones del ejecutivo con los militares han tocado niveles casi insostenibles en democracia. Tres radicales e inexplicables modificaciones de la cúpula militar en pocos meses que afectan la institucionalidad de uno de los pilares del Estado, acompañadas de reformas no consensuadas a la ley del ISSFA, sanciones inexplicables a oficiales en activo y manifestaciones de desprecio a militares retirados a quienes la patria mucho les debe.
Violencia entre los shuar y la fuerza pública para favorecer a mineras chinas con la concesión de tierras ancestrales para la explotación a cielo abierto en zonas de una enorme biodiversidad. Despliegue de efectivos militares y policiales, tanquetas, cual guerra fratricida cuando toda solución pasa por el diálogo y el respeto entre ecuatorianos. Injusta persecución e intención de cerrar la prestigiosa ONG ambientalista Acción Ecológica que, inclusive, apoyó a AP a llegar al poder.
Se promulga la ley de plusvalía que, aparte de cuestionada e inoportuna, divide a los ecuatorianos. Y en este ambiente, como de agache, se aprueba una ley que reduce las asignaciones de universidades del prestigio de la Andina y de la FLACSO, que les condena a su desaparición y, en las cuales, paradójicamente, se han formado la mayoría de los cuadros del Estado. Para completar ya parece que circula por ahí un proyecto de ley del Servicio Exterior que terminará por destruirlo.
Razones tenemos para estar asfixiados, necesitamos oxígeno!
Y a todo esto se suma un ambiente electoral que no entusiasma pero que incluye las usuales descalificaciones, denuncias de intentos de fraude.