Ahora que ha empezado a sentirse en el Ecuador una agradable brisa, algunos la han tomado ya como viento de cambio acelerado. Más cauteloso, no quisiera cantar victoria todavía porque considero necesario eliminar aún muchos y enquistados vestigios de una época de tormentas a la que no quisiera regresar. Me parece explicable la prudencia de un gobierno que apenas ha empezado hace dos meses y necesitaba consolidar su legitimidad; pero aspiro a que siga adelante este proceso, hasta lograr la meta que la inmensa mayoría del país está anhelando.
En la brisa que hoy se siente, una parte proviene del organismo que la Constitución ha establecido como “rector” de la educación superior. En esta línea, como en todas las demás, son positivas (aunque no suficientes) las decisiones ya tomadas, que anuncian el restablecimiento de la autonomía que ha sido inseparable de las universidades desde su aparición en el siglo XIII. Hay que dar tiempo al tiempo, desde luego; mientras tanto, no será inútil volver a tres lecturas que permitirán afianzar un saludable proceso de reforma.
Me refiero, en primer lugar, a los documentos recopilados por Hernán Malo González bajo el título de “Pensamiento Universitario Ecuatoriano” (Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano, vol. 14, s.f.). Es una obra que ofrece una visión histórica de las ideas que han gobernado la educación superior en nuestro país; su recuerdo se hace necesario porque no hay construcción posible del futuro sin una clara conciencia del pasado.
La segunda lectura, más reciente, es la que se debe al talento de Arturo Villavicencio, y titula “Innovación, matriz productiva y universidad”, y tiene un subtítulo: “Por qué Yachay es una estrategia equivocada”. Publicada en 2014 por la Corporación Editora Nacional, un fundamentado análisis del contradictorio sentido de un proyecto universitario de carácter neoliberal impulsado por un régimen que se calificaba a sí mismo como “izquierdista”.
Y la última lectura es el enjundioso libro titulado “Universidad: sentido y crítica” (Centro de publicaciones de la PUCE, 2016), y es una medular reflexión de Iván Carvajal Aguirre, motivada por la angustia con que se vivió en los medios universitarios la presión ejercida en el pasado reciente desde el organismo “rector” de la educación superior. A la luz de la Segunda Reforma impulsada en la Universidad Central por Manuel Agustín Aguirre, y la Modernización iniciada en la Universidad Católica por Hernán Malo, Carvajal hace un impecable análisis del verdadero carácter de las reformas emprendidas por el régimen anterior.
Nadie puede dudar de la competencia de los autores de estas obras. Filósofo el primero, matemático el segundo, filósofo, poeta y ensayista el tercero: los tres son intelectuales por su lucidez y honestidad, del más alto nivel. Será saludable que una verdadera reforma tenga el fundamento de su sólido trabajo de reflexión y crítica.