Uno de ellos es un septuagenario que ha recorrido la geografía del país y las calles de Quito en busca de historias y de gente; el otro comenzó hace poco su recorrido para encontrar la prosa precisa-preciosa que le dé vida y sentimiento a las palabras, a las estrofas. Son dos poetas que ni siquiera sé si se conocen, pero que tienen en común lo que poseen todos los poetas: sensibilidad para transmitir ideas que la mayoría no vemos ni sentimos.
Me refiero primero a Federico Ponce, uno de los hombres más sencillos que he conocido en el ambiente cultural de Quito. El que está presente en casi todos los eventos culturales, al que puedes ver mientras cruzas la Plaza Grande o el parque de El Ejido. Un quiteño que siente la ciudad más allá de su realidad social y política, el que promociona sus libros personalmente y de quien se ha escrito mucho menos de lo que es muy probable tenga para contar.
El otro tiene menos trayectoria y, por lo que se lee en sus poemas, parecería que tiene un vasto dominio de la prosa. Es que, como dicen varios teóricos de la comunicación, para escribir hay que vivir y hay que leer, y este personaje es sobre todo un gran lector y es, como se denomina en la jerga literaria, un librero, el que vende los libros. Pero no solo es el que sugiere una obra, además intuye las preferencias de los lectores que visitan Mr. Books, él es Danny Torres Estrella (Cayambe, 1976).
¿Qué hace poeta a un poeta? La pregunta la plantea Santiago Páez en la contraportada del libro ‘Ceniza’, de Danny Torres Estrella. “Los lectores de poesía no sabemos contestar esta pregunta”, afirma Páez. Luego cita a Constantino Cavafis, Gil de Biedma y a Rainer M. Rilke para concluir que al leer se nos desbocan en la imaginación todas las incertidumbres que podemos tener los humanos sobre la realidad que nos rodea. “Este arrebato, oscuro y luminoso a un tiempo, es el que se experimenta al leer ‘Ceniza’ de Danny Torres”.
En ‘Cenizas’ la imaginación vuela así: “Las palabras se consumen apenas recuerdas su cercanía / la escritura que huye de sí misma deja rastros de ceniza”.
En ‘Vida en letras (antología, prosa, verso)’, editado por la Universidad Tecnológica Equinoccial, Federico Ponce recorre la geografía nacional, las montañas, las islas donde habitan garzas, las tabernas. Prefiero, por su sencillez e irreverencia, aquel que Ponce titula ‘Poema sin título’. ¿Por qué?: “Tu cabello crea viento la brisa nace en ti / Y el vino nos inunda la sangre / tú eres musa de carne y hueso / has descendido desde las diosas del verso para hacerte real y mía / Mujer que mueve el cabello soltando verso y vida”.
O este otro, con un simple título 1492: “Adorador del oro ajeno / beta interminable cuando Europa sufría un vértigo marino / arrastrada corriente abajo hacia la cascada imaginaria…”.