En el centro del sitio donde se construyó el edificio de la Asamblea Constituyente en Montecristi se ubica el mausoleo que contiene las cenizas de Eloy Alfaro. En un cartel se lee: “Este mausoleo memorial salvaguarda las cenizas del general Eloy Alfaro Delgado, el montecristense, manabita y ecuatoriano que luchó durante 31 años. Logró el triunfo histórico que nos legó los cimientos de la democracia moderna, la unidad nacional, los sentidos de patria e inclusión social y el Estado laico ecuatoriano (algunas mayúsculas en gentilicios y en adjetivos fueron omitidas)”. Hay otro párrafo que alude al escultor y a los autores de la idea del mausoleo.
Después de leer semejante leyenda se abre la expectativa de contemplar las cenizas del líder de la revolución. Pero resulta que es feriado y los encargados del mausoleo tienen que descansar. Al contrario, la gente que vive del turismo, los vendedores de artesanías, especialmente de sombreros de paja toquilla están ahí, a pocos metros, dando vida a ese espacio. Las oficinas administrativas, el salón donde se aprobó la Constitución que debe durar 300 años también estaban cerradas.
Pero esto resulta anecdótico en comparación con lo que significa para el país la provincia de Manabí que, el 16 de abril del año pasado, fue asolada por un terremoto. Es increíble, aún no se cumple un año y sus habitantes han preferido dejar atrás el pasado para incorporarse a la vida rutinaria, al trabajo, a la producción. Las grietas en varios edificios de Manta y de Portoviejo están a la vista, pero están deshabitados. En Portoviejo se notan las decenas de terrenos vacíos y aplanados donde antes hubo una construcción de más de dos pisos. También en la capital de Manabí continúan viviendo en carpas, bajo el amparo de Acnur, algunos damnificados a la espera de que se les entregue una vivienda.
El turismo, tal vez la mayor fortaleza de la provincia, está ahí con sus playas, su gastronomía. Manabí parece que nunca se dio por vencida y eso es gracias a su gente, a sus iniciativas. Recorrer la mayor parte de sus cantones es reconfortante, sin embargo, pese a que la red vial funciona muy bien, la señalización no ayuda y si no fuera por la aplicación de Google map es muy fácil perderse. La playa Los frailes es de primer nivel, limpia, ordenada, los visitantes la aprecian y la cuidan. Lo feo está en las carreteras que conducen a las playas; la gente arroja botellas, papeles, cartones, todo lo que es desechable se acumula al borde del camino. Los letreros que dicen “no contamine con basura” son completamente ignorados. Todo esto podría mejorar con campañas que siembren en la conciencia de las personas y de los turistas. Como decía una popular canción que se entonaba en los años setenta, ¡viva Manabí!, con su capital… sus cantones y su gente.