En el Ecuador, la revista satírica Charlie Hebdo habría cerrado hace mucho tiempo, incluso antes de la Ley Orgánica de Comunicación, abrumados por demandas millonarias por daño moral, procesos penales por injurias y seguramente con poca publicidad.
Con la LOC la habrían pasado peor, editores y caricaturistas demandados por daños, ahogados bajo un mar de peticiones de réplica por parte de funcionarios públicos que con tono severo llamarían su atención porque “ciertos caricaturistas no comprenden todavía los limites éticos del humor”.
No superarían los ‘análisis semióticos’ de la Supercom. Únicamente por las portadas de la revista, se puede anticipar que en sus imágenes, diálogos, personajes, situaciones, colores, retórica, metáforas, encontrarían cientos de violaciones a la LOC. Todo esto sin considerar las quejas que habrían interpuesto en contra de ella los ‘representantes’ de colectivos sociales, políticos y religiosos.
La noción de ‘verdad’ que defiende el régimen actual, la normativa y las instituciones creadas para asegurarse de que los medios se apeguen a ella son incompatibles con la sátira, la burla, la parodia, la ironía, la distorsión y exageración que son usados por el semanario para “provocar y agitar” el debate social; el medio para ejercer la crítica sobre temas y personajes de interés público o con relevancia pública.
No niego la importancia de los otros derechos en juego (el honor, el buen nombre, el derecho a la imagen); sin embargo, la preferencia que las autoridades dan a unos u otros se relacionan directamente a la cultura democrática de una sociedad, a la tolerancia que en ella existe frente a las voces críticas e irreverentes: a mayores restricciones a la caricatura, la sátira, al humor, menor salud democrática, menor respeto al pluralismo. La sátira establece el umbral más alto de la tolerancia porque incluso implica proteger representaciones inquietantes, imágenes perturbadoras, molestas, hirientes.
¿Afirmar esto es negar la existencia de restricciones? No, efectivamente existen límites, algunos de los más importantes son las restricciones a todo discurso que incite al odio o haga apología de la violencia en contra de determinados grupos sociales; los ataques deliberados contra una persona o grupos de personas sin que exista relevancia social o pública; y, la representación sexual de menores de edad.
Lo sucedido en París es un ataque a personas que ejercían una libertad, la de expresión, por parte de quienes creen tener una verdad indiscutible. Considero que el Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador se quedó corto en su declaración de rechazo al ataque: repudió el suceso por considerar que “atentar contra la vida de cualquier persona es violatorio a los derechos humanos”, pero guardó silencio sobre el golpe brutal contra la libertad de expresión que eso representa, toda una evidencia de la perspectiva que sobre esa libertad tiene el régimen.