Está claro: Thomas Piketty (el economista francés autor del ‘best seller’ mundial ‘El capital en el siglo XXI’), es el ‘responsable’ intelectual de la reforma legal que incrementará el impuesto a las adquisiciones a título gratuito (herencias, legados, donaciones, etc.) y castigará a las empresas familiares.
Afirma que es ‘probable’ que el retorno de la importancia de la herencia afecte al planeta; considera que los rendimientos del capital (la renta) son más fuertes y elevados que la tasa de crecimiento de la economía (del trabajo); por esto le parece –casi- inevitable que ‘la riqueza resultante del pasado, predomine sobre el ahorro, esto es sobre la riqueza creada en el presente’.
Su idea es que ‘el pasado tiende a devorar el porvenir’ porque las riquezas que vienen de allí progresan más rápido que las producidas por el trabajo, que permiten ahorrar en el presente; las otras (las de la herencia) mantendrían de ‘forma duradera a las desigualdades que se dieron en el pasado.
La idea detrás de esto es que los herederos no han hecho ‘méritos sociales’ para alcanzar la holgura económica que les permite vivir de la riqueza creada en el pasado y no por su trabajo, esto da origen a los ‘rentistas’, a quienes considera enemigos de la democracia: las sociedades democráticas se basan en una ‘esperanza meritocrática’, la igualdad en derechos contrasta con la desigualdad de las condiciones de vida; por esto –dice- es necesario ‘salir de esta contradicción vital’ para que las desigualdades sociales sean resultado de principios racionales y universales y no de contingencias arbitrarias, como el ‘parentesco y las rentas’.
Según Piketty, la relación de familia, el parentesco, es la base para estas ‘transferencias’ gratuitas de patrimonio y estas a la vez son el origen a los ‘rentistas’, que son quienes viven de las ‘rentas, intereses, dividendos, beneficios, regalías o de cualquier otra forma jurídica… de ingresos [que] remuneren el simple hecho de poseer ese capital, independientemente de cualquier trabajo’.
Cuando los proponentes y defensores de esta medida repiten insistentemente que el incremento del impuesto a la herencia, y sus equivalentes, no tiene finalidad recaudatoria, sino redistributiva, han asumido plenamente esta tesis.
No tengo información suficiente como para rebatir o adherir a las afirmaciones de Piketty (aunque existen amplios y documentados análisis que han identificado sus errores) ; sin embargo, me queda claro que la información usada por este autor para sustentar sus conclusiones difiere de nuestra realidad demográfica, impositiva y de ingresos. Un solo dato: el Presidente afirmó que entre el 2010 y el 2014 cinco personas habían recibido herencias de más de USD 1 millón; es decir, pocos son los ‘herederos’ con capacidad para volverse rentistas. En realidad, quienes sufrirán el impacto económico real y psicológico –parece inútil ahorrar para tener una mejor vida- de esta medida son aquellos que no tienen los recursos para ‘planificar’ la transmisión de bienes y enfrentar las cargas financieras de la sucesión: la clase media.