El correísmo más recalcitrante sostiene varios relatos para explicar su descalabro ético y político. Es un ejemplo perfecto de lo que se conoce como disonancia cognitiva, un término acuñado por Leon Festinger en 1955, a partir de un experimento en el que se pidió a un grupo de estudiantes mentir sobre una actividad. A cambio de un pago, les solicitaron afirmar que lo hecho era divertido, cuando en realidad era muy aburrido.
A unos les entregaron un dólar, a otros USD 20. Los que recibieron solo un dólar, en la entrevista posterior con el equipo de Festinger, mantuvieron la mentira, aunque inicialmente habían estado intranquilos, sostuvieron que la actividad les había divertido. Los que recibieron USD 20 no tuvieron problema alguno cuando mentían, pero al ser entrevistados posteriormente dijeron que la actividad no les había gustado y no estaban dispuestos a repetirla. Los que mintieron por una cantidad mayor sentían que habían tenido justificación para el engaño, no necesitaban seguir mintiendo. Los que recibieron un dólar no encontraban en el pago justificación para la mentira, necesitaban mantenerla y desarrollaron un relato. Engañarse era una estrategia para resolver la tensión entre dos ideas contrapuestas, lo que hicieron y lo que en realidad sintieron. Esta disonancia les llevó a justificar el engaño, luego ya no mentían por el pago sino por “convicción”.
El correísmo duro actúa así, ante las abrumadoras evidencias de corrupción, ante las pruebas de despilfarro y sobreprecios, ante una acción que estuvo marcada por el desprecio a las formas democráticas, a la separación de poderes y las convicciones éticas, ahora todo lo explican como si fuesen problemas personales, traición y persecución. El vergonzoso enfrentamiento Pólit, Serrano y Baca es explicado como si fuese una rencilla personal y no resultado de una práctica que buscaba poder e impunidad, en la que se priorizó la lealtad por sobre la capacidad, la sujeción sobre la independencia, la sumisión sobre la consecuencia. Una institucionalidad que podía ponerse al servicio de cualquier causa, por el intercambio de favores y la dependencia de los designados.
El fracaso de Alianza País lo justifican como resultado de una traición, Moreno aliado con los enemigos del pueblo, la derecha, la partidocracia, el imperio, los mismos de siempre. Ninguna autocrítica o capacidad para mirar lo que hicieron o dejaron de hacer. Ahora se dicen perseguidos, víctimas de una revancha de los poderes fácticos, de los medios de comunicación corruptos. Afirman que ellos fueron los que denunciaron a Odebrecht y la echaron a patadas, los que limpiaron el Estado de corruptos, que ahora regresan para pedirles cuentas y vengarse.
Deben mentirse para seguir por la vida y la política sin sentir remordimiento por el daño que le hicieron al país, pero lo que preocupa es que existan personas que aún creen sus mentiras y nieguen las abrumadoras evidencias de lo sucedido.