Es el ranking de “Times Higher Education”, difundido en los últimos días, constan solamente dos universidades ecuatorianas, la Universidad San Francisco y la EPN. Esta es una noticia positiva en medio de tantos eventos negativos. Es un signo de que es posible la excelencia, que la universidad está reivindicando su misión, y que lo está haciendo como lo exige la altura de los tiempos, y honrando, a la vez, lo que siempre fue su misión: transmitir ciencia y cultura, formar gente afecta a la libertad, sembrar ideas y no fabricar autómatas al servicio de ninguna tiranía.
La USFQ es el testimonio de que en el Ecuador es posible construir alternativas de educación superior rompiendo prejuicios, e incursionando en estilos y contenidos contrarios a lo que venía imponiendo, desde tiempos inmemoriales, una tradición de corte escolástico.
La USFQ ha reivindicado el sentido de la academia. Y ha logrado crear aquello que puede llamarse “ambiente o espíritu de campus”: ese aire indefinible, ese modo de ser y de hacer, en el que profesores y estudiantes se sienten cómodos en un medio que tiene el encanto necesario para estudiar en paz, debatir sin riesgos, leer textos científicos o novelas – ya sea en la biblioteca o en los patios-, y en el que es posible restaurar la cultura, volver al teatro, ser socialista o liberal si miedo, nativo o extranjero sin complejos.
Ese aire de campus que permite participar del concepto de universidad como “universalidad”, y vivir sin desasosiego la experiencia de esa época incomparable, que nos enseñó tolerancia y afecto hacia las letras y la ciencia. Y que sembró en algunos la aspiración a la excelencia.
La Universidad San Francisco -y otros centros de educación superior- son el fruto de la iniciativa privada, de la tenacidad y de la fe de algunos ecuatorianos. De la confianza de muchos y del trabajo de otros tantos.
No nació la USFQ de la planificación estatal, ni tuvo el aval de entidad pública alguna. Al contrario, contó durante años con la invariable antipatía de burócratas y políticos, y de esa masa de críticos para quienes todo lo que tiene que ver con los conceptos liberales de la vida, con la autonomía y el emprendimiento, genera sospechas y prejuicios. El prestigio internacional de esa universidad es un palmario desmentido a tanto disparate y cortedad de miras.
Lo notable es que la USFQ ha mantenido sus valores liberales y su independencia, pese al tiempo nublado de estos años, y sin obedecer ni allanarse a un proyecto político anacrónico, cuyo fracaso es notorio y universal. Esa universidad, y las demás, tienen innumerables desafíos, uno de ellos es la apuesta a la constante defensa de la libertad académica y a la comprensión de un mundo extraordinariamente complejo.