Riesgos políticos de la propiedad

Las posturas ideológicas que cuestionan la ganancia, las que ponen en entredicho y satanizan a la libertad económica, las que cercan con tributos desmedidos a los ciudadanos, ponen de manifiesto el hecho de que para los socialismos y sus parientes, la propiedad privada constituye un riesgo político al que hay que neutralizar y, si es posible, eliminar.

El riesgo político, y el temor consiguiente, se explican porque la propiedad privada está vinculada con la autonomía personal. La propiedad asegura la libertad de elección, afianza la vocación de independencia frente al Estado, propicia la capacidad creativa en las cabezas y en las manos de los seres humanos. Esos seres han sido, y son, salvo ilustrativas excepciones, inventores, promotores, emprendedores, trabajadores a cuenta propia, empresarios grandes y chicos. Todos ellos apuestan legítimamente a la ganancia, al ahorro y a la ética de la inversión. Todo ello en un marco de responsabilidad social, por cierto.

El riesgo político de la propiedad se vincula, además, con el hecho de que ella como institución, como espacio, promueve la vocación de pensar, ejercer la crítica y hablar, porque, ¿se puede opinar sin autonomía frente el Estado? ¿Se puede escribir la novela del poder desde el poder? ¿Qué habría sido de un Juan Montalvo dependiente del salario del gobierno de aquel tiempo?

El margen de autonomía personal, y la capacidad de soñar y trabajar están vinculadas con la posibilidad de tener y de ahorrar, de dejar algo a los hijos, de invertir y ganar, de que Estado y autoridad no sean dueños y señores absolutos. Y estos son asuntos por los que milita el obrero y el campesino, el burócrata y el empresario ¿O alguien quiere quedarse en la pobreza? La clase media, por principio, es clase que aspira a crecer, es el sector social al que le caracteriza el ascenso, la “posibilidad real de tener” y la “capacidad de disponer” de sus bienes.

Una sociedad de propietarios es un riesgo para los Estados. Los bienes otorgan certeza y seguridad a la gente. La ciudadanía es la versión política de las personas libres, de aquellas que tiene capacidad de construir su porvenir y de pensar con autonomía. La propiedad es la versión económica de la libertad. Esto explica por qué Castro despreció a los “cuentapropistas”, esos mínimos empresarios que toleró cuando, frente el colapso del totalitarismo tropical, no le quedó otra alternativa. Los cuentapropistas, denostados y todo, marcan la diferencia entre los sistemas que alientan la propiedad y fomentan el emprendimiento, y los que niegan libertades y confiscan bienes.

Una cuestión ilustrativa: ¿por qué los emigrantes escogen como destino países que alientan la inversión y respetan la propiedad? ¿Por qué no emigran a Cuba o a Venezuela?

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