El problema carcelario ha constituido siempre un rompecabezas. Si se lee el informe del Presidente de la Corte Suprema de 1949, Dr. Camilo Gallegos; de los Directores de las cárceles de Cuenca, Guayaquil, Quito y Latacunga, podemos concluir que actualmente hay un cambio positivo en cuanto a la residencia y trato de los presos. (PPl-personas privadas de la libertad).
Los entendidos recetan, para la “rehabilitación”, trabajo, instrucción, disciplina básicamente. Solución transitoria, una vez que obtenían la libertad, constituían los Patronatos de Liberados, cuyos encargados los esperaban al final de la condena con algún trabajo seguro, pues muchos se sienten aislados de la sociedad, rechazados y su único hogar es la cárcel, donde tienen alojamiento, alimento, amigos y retornan delinquiendo nuevamente.
En las condiciones materiales de nuestras cárceles no es posible darles trabajo y educación suficiente. Por eso, muchos se dedicaban al ocio completo y a juegos de azar con el dinero que los parientes les suministraban en los días de visita. Otros, al parecer, no tienen remedio y cumplida la condena recaen.
Hay un libro del periodista Antonio Jaramillo Terán, ‘Memorial del Infiernillo’. Contiene las expresiones grabadas de los presos en la antigua cárcel de la calle Ambato, Quito.
Un delincuente extranjero expresó: “¿Pues por qué he venido? Mire, creo que con seguridad que lo que me habían dicho que Quito viene del verbo quitar es muy cierto. Allá en la “universidad” de Cali y Bogotá, se dice con seriedad que cuando uno está desfondado, sin recursos y perseguido por la “tira” (policía), debe venir a darse unas vacacioncitas para donde los “puendos”; o los “paisanos” que son los de acá. Pero el que viene de afuera puede golpear bien parejo y si es vivo toma el botín y se manda a cambiar”.
Los administradores de una cárcel cumplían el horario de trabajo y se retiraban a su hogar. Los presos quedaban bajo la vigilancia de empleados oficiales, pero en realidad quienes tenían mando dentro de la prisión eran unos cuantos jefes que, en otro tiempo, se llamaban “caporales”. Ellos organizaban, distribuían, autorizaban y establecían las reglas de conducta de los demás.
¿Ha cambiado este régimen interior; o continúa; o está peor, sobre todo por la droga? Alguna vez, visitando una cárcel de Quito me enteré que, a los recién llegados les otorgaban una franja en el piso para que puedan, a su coste, poner un colchón y dormir evitando el duro y frío cemento. Este recién llegado pagaba a los caporales 100 sucres diarios por el pedazo de piso para el colchón.
¿Actualmente es más difícil, o imposible la rehabilitación? En el año 2011 habían 13 000 personas privadas de libertad; en el año 2013 alrededor de 24 000; hoy, 40 000.