La OTAN y Trump

Mientras transcurre el primer viaje al exterior de Donald Trump como presidente, la agitación generada por el despido del director del FBI James Comey y la investigación en curso de los vínculos de su campaña electoral con Rusia lo persiguen. En ninguno de los lugares que visitará lo sucedido en Washington pesará más que en Bruselas, donde se reunirá con los líderes de la OTAN. Esos aliados norteamericanos estarán esperando dos cosas de Trump: la confirmación de que es consciente de los datos básicos de los asuntos europeos y señales de que está preparado para ejercer el liderazgo que la OTAN necesita hoy.

La amenaza planteada por Rusia es el rasgo principal de las relaciones internacionales europeas hoy. El régimen corrupto del presidente ruso, Vladimir Putin, ha enviado tropas a una de las ex repúblicas soviéticas, Georgia; invadió y ocupó parte de otra ex república, Ucrania, y hostigó e intentó intimidar a otras tres -Estonia, Letonia y Lituania (las tres, miembros de la OTAN). Como durante la Guerra Fría, las democracias europeas cuentan con que la OTAN las proteja del peligro del este.

Los europeos se sintieron aliviados cuando Trump tomó distancia de su aseveración, durante la campaña electoral, de que la OTAN se había vuelto obsoleta. Pero siguen preocupados por lo que ellos, y el resto del mundo, han sabido sobre sus relaciones con funcionarios rusos, particularmente su sesión amistosa en el Salón Oval con el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia y su embajador ante Estados Unidos.
Esa reunión sugirió que Trump no llega a entender que Putin no es un amigo ni de Estados Unidos ni de Europa, y que su principal objetivo es debilitar a la OTAN para expandir la propia influencia de Rusia en Europa. Putin no pretende usar esa influencia para promover los intereses de Estados Unidos o los valores occidentales.

Los líderes de la OTAN en Europa temen que Trump haga allí lo que su antecesor hizo en Oriente Medio. El presidente Barack Obama distanció a Estados Unidos de sus aliados tradicionales -Egipto, Israel y Arabia Saudita- en favor de vínculos más estrechos con Irán, su adversario regional. Obama justificó su política conciliatoria hacia Irán con el argumento de que conduciría a un comportamiento iraní más amigable y contenido. No fue así: Rusia tampoco adoptará una política exterior menos agresiva y más pacífica en Europa, más allá de lo que Trump diga o haga por Putin.

Más allá de la confianza en esta cuestión crucial, la OTAN necesita algo más de Trump: el tipo de liderazgo que los presidentes estadounidenses históricamente le brindaron a la alianza. El retorno de una amenaza proveniente de Rusia ha creado la necesidad de reforzar las fuerzas militares de la OTAN de manera que el Kremlin no se vea tentado de organizar nuevos ataques.

Los miembros europeos de la OTAN, como observó Trump en su campaña, no han pagado la parte que les correspondía del costo de la modernización militar.

Suplementos digitales