¿Desinformación sobre la ley?

El Gobierno se queja que la oposición ha desinformado a la población sobre los efectos de un nuevo incremento de impuestos ahora sobre las herencias, donaciones y sobre la plusvalía en venta de inmuebles. Han dicho que por desinformada se ha movilizado a la calle durante una semana y terminó con una descomunal caravana de vehículos que bloqueó las vías de acceso del aeropuerto de Quito, el día en el que el Presidente volvía de Europa.

La conclusión sobre la ignorancia de la ley y la manipulación a la conciencia y voluntad de los ciudadanos que se movilizaron a protestar contra el presidente Correa, no solo en Quito, sino en Guayaquil, Cuenca, Esmeraldas y otras ciudades, es inaceptable. Digamos que extraña por lo menos, porque una de las mayores habilidades en estos años de correísmo ha sido la de la propaganda y la comunicación.

El Gobierno tiene a su servicio la mayor red de medios de comunicación (radio y televisión); total discrecionalidad para obligar a medios privados a sumarse a sus cadenas de propaganda; abundante e ilimitada capacidad de uso de recursos económicos; gente trabajando permanentemente para difundir y defender las decisiones políticas y económicas del Gobierno en redes sociales; ninguna limitación en cuanto a la contratación de la producción y realización de piezas comunicacionales y, finalmente, un grupo de funcionarios capaces de armar y rearmar la realidad, forjar las verdades e incluso recurrira mentiras para que el mensaje defienda la bondad, la infalibilidad, la justicia de cualquier ley o decisión política que sea iniciativa del presidente Correa.

Con todas estas herramientas ¿cómo pueden el Presidente y sus voceros argumentar que el pueblo ha sido engañado? La oposición tiene muchas limitaciones para acceder a espacios de comunicación masiva como para atribuirle esa gran capacidad de engaño.

Durante estos años de prosperidad ficticia por la sensación de bienestar económico, la mayoría de ecuatorianos decidió desentenderse de los abusos, extralimitación de atribuciones, persecución a opositores, arrasamiento institucional; y tolerarlos a pretexto de la refundación del país.

Cuando se viene abajo el castillo de naipes del milagro, descubren el despilfarro, la deuda y las exacción de una larga lista de nuevos impuestos. Sucede un deterioro rápido de la credibilidad y crece el rechazo. Por su lado, el presidente Correa, a pesar de la sensible variación en el humor de los electores, quizá por esa desconexión con la realidad que afecta a los mandatarios o por su elevada autoestima, pensó que su enamoramiento con la clase media debía ser eterno. Hasta el domingo de su retorno de Europa, cuando se estrelló contra la realidad y la caravana.

La ley que aumenta el impuesto a la herencia y grava tan onerosamente e ilegítimamente la plusvalía es la gota que ha derramado el vaso. No es la única causa que lanzó a la gente a la calle. Es un efecto de acumulación de hastío represado.

Diego Ordóñez
Columnista invitado

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