Enfoque Internacional
Cuando Donald Trump ganó la elección presidencial de Estados Unidos, tenía muchos seguidores chinos. Pero la popularidad de Trump desde entonces se desplomó, debido a sus declaraciones -muchas veces vía Twitter- sobre cuestiones controversiales, como Taiwán y el Mar de la China Meridional. No es la primera vez que la visión que tiene China de un líder estadounidense se deteriora rápidamente.
El abrupto cambio en el sentimiento chino hacia Trump es reminiscente de lo que le sucedió al presidente estadounidense Woodrow Wilson después de su reelección hace un siglo. En aquel momento, muchos intelectuales chinos, entre ellos el joven Mao Tse-tung, admiraban a Wilson, politólogo y ex decano de la Universidad de Princeton. Luego, en 1919, Wilson respaldó el Tratado de Versailles, que transfería el control de los ex territorios alemanes en la provincia de Shandong a Japón, en lugar de devolvérselos a China. Wilson rápidamente perdió todo encanto en China. El cambio fue similar -pero las razones muy diferentes-. Hace un siglo, China se vio motivada a respaldar a Wilson, y luego a aborrecerlo, por sus propias debilidades. Hoy, la fuerza de China guía la visión que tiene del presidente estadounidense.
En 1916, el año en que Wilson fue elegido para ejercer su segundo mandato, China atravesaba una situación muy difícil. Si bien la república establecida en 1912 era ostensiblemente una entidad única, en verdad estaba sumamente fragmentada. Líderes militares controlaban las diferentes regiones, mientras que las potencias extranjeras, mediante sobornos e intimidaciones, se apoderaban de grandes extensiones de territorio en China. Para los chinos intelectuales, Wilson representaba un contraste ilustrado para hacer frente a la matonería de los caudillos militares. Pero el atractivo de Wilson en China creció más allá de su imagen. En 1918, la popularidad de Wilson se disparó -y no sólo en China- luego de un discurso ante el Congreso en el que hizo un llamado a la “autodeterminación” nacional. Los intelectuales en países arrasados por el imperialismo como Egipto y Corea se tomaron a pecho su declaración y empezaron a verlo como un salvador y un defensor de los oprimidos. Los patriotas chinos, en particular, esperaban que, bajo el liderazgo de Wilson, Estados Unidos pudiera profundizar su participación en Asia de maneras que ayudaran a proteger a China de las depredaciones del Japón imperial. Para ellos, el respaldo de Wilson del Tratado de Versailles fue una enorme traición.
La China de 2016 es infinitamente diferente de la China de 1916. Ha superado inclusive a países avanzados en la jerarquía económica global. China ya no necesita la protección de Estados Unidos. Por el contrario, quiere un presidente norteamericano que se ocupe esencialmente de las cuestiones domésticas.