Hay una actitud obsesionada y persecutoria en contra de la Iglesia Católica de parte de quienes insisten en exponer, denunciar y reclamar por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra menores, sostienen algunos fieles y pastores. Están muy equivocados.
Su punto de vista es una afrenta directa a las víctimas, no a 10, no a 100, se trata de miles. Quizás no conocen la dimensión. Por este tema, hasta un arzobispo, en una actitud sin precedente en la Iglesia, pidió la renuncia del Papa, acusándolo de encubrimiento.
Gracias a los medios que escucharon a las víctimas, investigaron y expusieron, hoy sabemos que hubo una sistemática actitud delictiva de sacerdotes, que fue solapada, escondida y en algunos casos quizás hasta alentada por algunos jerarcas de la Iglesia.
No hay una actitud persecutoria y morbosa contra los católicos, como lo afirman los fieles, reproduciendo profusamente en las redes sociales una carta entregada hace ya ocho años al New York Times por el sacerdote Martín Lasarte, quien sostiene tal tesis. Creen que los medios solo tratan de ocultar lo bueno que hacen sus pastores, que tienen un guión para atacar a la Iglesia. No, de lo que se trata y con entera justicia, ha sido de sacar por fin la verdad a flote, una verdad delincuencial que se ocultó por demasiado tiempo.
Un terremoto afecta a la iglesia Católica por los miles de casos de abusos sexuales contra menores. Parapetados en el respeto social, la confianza familiar y su posición de poder, sacerdotes lastimaron para siempre el cuerpo y la mente de miles de niños y niñas. Y para colmo, ellos y sus superiores se dedicaron a amenazar a las víctimas, a atacarlas, desprestigiarlas y a tratar de callarlas.
“El dolor de esas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado”, ha expresado el Papa Francisco, quien también ha sido acusado de encubrimiento.
En los miles de delitos denunciados y en otros tantos que no han salido todavía a flote, hay una responsabilidad directa de los máximos jerarcas de la Iglesia, pasando por varios papas que desoyeron o minimizaron las denuncias. Pero hay quienes todavía no asumen esta realidad y mejor culpan a satanás o hablan de presuntas agendas de los medios para exagerarlo todo.
“El humo de satanás ha entrado en la Iglesia hasta el lugar más sagrado”, sostiene Juan García Inza, un respetado sacerdote español, doctor en derecho canónico y autor de varios libros sobre el catolicismo. “Cuando pienso en los escándalos ya conocidos no encuentro otra explicación”, señala este religioso.
Los abusos contra menores acaso alejarán a muchos de la Iglesia, que reúne hoy 1.299 millones de bautizados en el mundo, gran parte, son ya ajenos a la institución, a los ritos y sus creencias. La Iglesia paga sus pecados.