Si la democracia, en el sentido básico, es un conjunto de reglas, valores y procedimientos de conducción social y política más o menos consensuadas que garantizan derechos para todos y guían el ejercicio del poder, Ecuador muestras un claro déficit democrático. Pero para un sector, eso es lo de menos, lo principal es el proyecto, el líder, el fin superior.
Por eso, la fiesta democrática, como llaman candorosamente algunos a los procesos electorales, es para el país una cruenta batalla. Siempre lo ha sido, pero ahora está potenciada por una gestión y un discurso oficial que partió aguas y definió quiénes son moralmente superiores.
Cualquiera que gane las elecciones en abril, tendrá frente a sí a unos perdedores -no solo a un candidato, sino a millones de personas-, decepcionados, enojados y hasta rabiosos. La gobernabilidad será complicada para cualquiera, con el agravante de lidiar con problemas económicos y abultadas deudas.
Sin instituciones que encaucen los conflictos adecuadamente –esencial en una democracia- y sin un proyecto de país mínimamente consensuado, la rabia puede multiplicarse. El déficit institucional pasará su factura.
El principal damnificado de los 10 años de correísmo es sin duda la institucionalidad. La justicia, el poder electoral, los órganos de control y los entes reguladores, no generan confianza.
Muchos sienten desprotegidos y molestos por la opacidad y la impunidad. Las razones para estarlo sobran, hay hechos y datos que lo acreditan.
El clima electoral belicoso se exacerba todavía más por la irrupción de un actor que antes no tenía presencia: las redes sociales. Allí prolifera el odio y la desconfianza. Por allí se cuela la falsa ilusión de estar enterado, informado y de ser partícipe de algo superior.
Tanto Lenin Moreno como Guillermo Lasso, han prometido que de llegar a la Presidencia alentarán el diálogo y colaboración con los adversarios. Si su palabra es sincera, deberán entonces encauzar cambios institucionales, pues bajo el esquema actual, no hay mucha pista para avanzar.
La confianza y la tolerancia germinan sobre el terreno equilibrado de la democracia, no sobre zonas minadas con censura y persecución, y donde uno de los actores cree ser moralmente superior.
Tener pasiones políticas es aceptable, pero eso no puede llevarse por delante a la democracia y sus reglas. La ciudadanía espera evaluar en estos temas a los contendientes, en uno o varios debates, como sucede en las democracias. Moreno debería animarse. Lasso ya declaró su plena disponibilidad.
En pocas semanas más Ecuador dará vuelta a la página. Cualquiera sea el resultado, vendrá una etapa de cambios, ojalá traiga reconciliación, justicia y vías para superar el déficit democrático.