Raúl Castro ha desatado una desesperada ofensiva sobre Washington. Cree jugarse en ello el destino de la revolución.
No tienen plata para importar. Cuba vive de siete rubros: El subsidio venezolano. Alquiler y explotación de profesionales sanitarios en el extranjero. Las remesas de los exiliados. El níquel que extraen los canadienses. Turismo. La mendicidad revolucionaria que sostienen Brasil, Angola, Ecuador, y hasta la pobrísima Bolivia. El tabaco y otras tan indignas como la venta de sangre y vísceras humanas para trasplantes (más de 100 millones de dólares). Comenzaron emulando a Stalin y terminaron imitando a Drácula.
De esas fuentes la más importante es el subsidio venezolano. Pero ese grifo puede secarse. Es cuestión de supervivencia. Dos ahogados no pueden salvarse mutuamente.
Por eso la ofensiva sobre Washington. ¿Qué buscan? Turistas norteamericanos que inunden los hoteles con dólares. Hoy la ley les impide viajar a Cuba libremente. También desean créditos para importar insumos estadounidenses. Le venden comida y medicinas, pero pagándolas en efectivo. Necesitan divisas.
Aunque Raúl no cambiará de sistema, ni tolerará libertades, sí cree poder cambiar a Obama y eliminar las restricciones mantenidas por 11 presidentes norteamericanos. Se propone lograrlo tras las elecciones de noviembre, en los dos últimos años de Obama como presidente. Eso intentan su equipo de inteligencia y algunos exiliados que suscriben el ilógico y sorprendente razonamiento de que la forma de acabar con la tiranía es dotándola de recursos.
El gran obstáculo –supone La Habana— es el demócrata Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Internacionales del Senado.
Los tentáculos castristas llegan al Congreso, la prensa, el mundo académico y artístico. Incluso, al Pentágono. Quien filtraba y evaluaba las actividades cubanas para la Casa Blanca era Ana Belén Montes, capturada en 2001 y condenada a 25 años de cárcel. Desde 1985 trabajaba para los Castro.
Scott W. Carmichel, el agente que la descubrió, opina que hay más topos colocados o seducidos por Cuba en diversos estamentos del Gobierno y la sociedad civil norteamericana. Hoy, probablemente, todos trabajan febrilmente para conseguir los objetivos de Raúl Castro. Pero, para tener éxito, Cuba necesita salir de la lista de países que apoyan al terrorismo. Tarea difícil. En julio del 2013 en Panamá se descubrió un barco norcoreano procedente de Cuba con 250 toneladas de pertrechos bélicos escondidos bajo miles de sacos de azúcar.
Si Obama accediera liberar a la dictadura del calificativo de país “sponsor de terroristas”, Raúl supone que podría autorizar los viajes de los norteamericanos. Ese hipotético flujo de divisas que espera como agua de mayo servirá para aliviar la disminución sustancial del subsidio venezolano. Por una vez, el Séptimo de Caballería acudiría en ayuda de los indios para salvar a la revolución. Si Custer levanta la cabeza no lo cree.