El 18 de abril pasado empezó en Nicaragua una ola de protestas contra el gobierno de Daniel Ortega, quien desde 2007 rige los destinos de ese país con mano de hierro y mediante decretos, obviando la división de poderes y la institucionalidad democrática. Las protestas, que comenzaron en contra de una controvertida reforma a la Seguridad Social y que han sido violentamente reprimidas por el gobierno ocasionando decenas de muertos, han rebasado esas motivaciones y se han convertido en un grito desesperado por democracia y libertad de cientos de miles de nicaragüenses que han salido a las calles en los últimos días.
A esos anhelos se han unido también varios líderes mundiales que ven con profunda preocupación el destino del pueblo nicaragüense, pero en el Ecuador, lamentablemente, la posición ha sido tibia y en lugar de ser expresada por la llamada a hacerlo, la Canciller Espinosa, ha sido expuesta a los medios por un funcionario menor.
La actuación de Espinosa se explica por su obvia cercanía al régimen de Ortega, que se evidenció en el discurso que diera en una visita a Nicaragua por el aniversario 38 de la revolución sandinista, en el que retrató al gobierno nicaragüense, aquel que se mantiene en el poder más de 10 años, que gobierna por decreto, que persigue y asesina a sus ciudadanos, como ejemplo de respeto a los derechos humanos y al buen gobierno.
Ahora bien, toda persona tiene derecho a expresar sus simpatías por el gobierno que se le antoje, aún por aquellos que son represores de los derechos humanos y violadores de la democracia, pero si quien lo hace representa al país en los asuntos internacionales, como es el caso de Espinosa, entonces está convirtiendo al Ecuador en cómplice de ese gobierno, y si esa no es la posición del gobierno, se debería cambiar de Canciller.
Sin embargo, a pesar de todos los traspiés de Espinosa, desde conferirle la nacionalidad ecuatoriana a Assange a espaldas de Reino Unido, hasta el terrible manejo de la crisis de los periodistas secuestrados y asesinados, pasando por el apoyo a la dictadura venezolana y otra serie de desatinos que sería largo enumerar y que han dejado al país muy mal parado en el concierto internacional, Espinosa se mantiene firme en su cargo, por razones, para un Ecuador que cree haber vuelto a la democracia, inexplicables.
Entre esos desaciertos está también el de haberse lanzado de candidata para presidir la Asamblea de la ONU en el próximo periodo de sesiones incumpliendo un acuerdo previo con Honduras. El funcionario que trató de explicar la posición ecuatoriana sobre Nicaragua ha dicho que es probable que si Espinosa gana, renuncie a su cargo de Canciller. Si esa es la salida para que la candidata deje un cargo que le queda grande, flaco favor le haríamos a la ONU y al mundo.