Sin precisar la realidad que vive Colombia es imposible acertar en las medidas para evitar la violencia trasladada a nuestra frontera. Colombia trata de salir de un proceso sangriento de 50 años. La violencia delincuencial primero, la política después, la guerrillera luego y la del narcotráfico, entronizada ahora.
La guerrilla -FARC-ELN-M19- se inicia después de que se excluyó de la participación política a los que no estaban en el acuerdo del Partido Liberal con el Conservador, que pactaron para evitar la perpetuación de la dictadura de Rojas Pinilla. Después de que fueron penetradas por el narcotráfico, cualquier indicio de idealismo que pudo haberlas inspirado, desapareció. Su financiamiento para adquirir armas y operar migraron de los secuestros y los cobros por protección, a proteger a los narcotraficantes y a la adquisición de tierras para cultivos, proceso en el que los paramilitares -las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)- tuvieron papel preponderante. Los movimientos irregulares se convirtieron en los ejércitos de los narcotraficantes, brindando protección a la movilización de la droga primero y participando en el negocio después.
La ausencia del Estado en las zonas ocupadas por los guerrilleros facilitó este proceso. Las FARC y el ELN operaban en 281 municipios de 1 122 que tiene Colombia, ocupaban el 40% de la superficie total, en la que vive el 16% de la población. De esos 281 municipios, 190 tienen presencia importante de economías ilegales: cultivos de coca, laboratorios, minería criminal o rutas de contrabando. Y casi 200 están en zonas de frontera. “Las zonas de frontera han sido el escenario de conflictos políticos y económicos que dejan a sus habitantes en medio del abandono estatal y el control político-militar en manos de poderes mafiosos locales…” se lee en el libro El subsistema fronterizo de Colombia publicado por FLACSO. Las Bandas Criminales siembran terror y hay más de 20 Frentes relacionados con carteles mexicanos. Por Tumaco, el municipio con más siembra de coca, está la principal ruta de tráfico de armas y de contrabando de gasolina desde el Ecuador. No son las FARC, en su mayoría desmovilizadas, ni el Acuerdo de Paz, la causa del problema. Los secuestros y los homicidios han disminuido notablemente tras el Acuerdo. Es el poder del narcotráfico. Si se distorsiona esta realidad en el análisis, cualquier acción fracasará.
En Ecuador, la frontera en Esmeraldas es de pobreza. Sus estudiantes son los que menores calificaciones han recibido. La atención de salud es deficiente. La solución exige información cierta, estrategia adecuada y presencia activa del Estado, que no puede reducirse a lo militar. Eso nos llevaría a una guerra perdida, como en México. Seriedad, transparencia, unidad responsable, son indispensables. Sin protagonismos ni politiquería.