Hábitat III: última oportunidad

Para 2050, el 75% de la población mundial estará concentrada en ciudades. Buena parte de esta población vivirá comprimida en barrios marginales, sin condiciones mínimas de vida. El desafío es construir centros urbanos donde convivamos sin discriminación.

La 3° Cumbre de Vivienda y Urbanismo de la ONU “Hábitat III” es la última oportunidad para definir la agenda urbana global. Porque si bien en la cumbre anterior de Estambul 1996 se planteó una visión de ciudades sostenibles, esta fracasó al no integrar una perspectiva de derechos humanos, los compromisos quedaron en letra muerta.

Veinte años después, frente a una desigualdad rampante, los derechos humanos vuelven a la discusión. Y esta vez los Estados tienen la responsabilidad histórica de mostrar su compromiso. Para lograrlo, Hábitat III debe anclarse en normas de derechos humanos y principios de participación, transparencia y rendición de cuentas, en la no discriminación y el respeto a la diversidad. Solo así podremos planificar espacios donde las personas gocen del derecho a vivir sin discriminación, sean hombres, mujeres, niñas o niños, jóvenes, mayores, migrantes, indígenas, afro descendientes, LGTBI, o con discapacidad.

Hábitat III es un escenario idóneo para asegurar el derecho a una vivienda adecuada, con acceso a servicios básicos, salud y educación incluso en asentamientos informales, y para frenar los desalojos forzosos, desplazamientos y la segregación por especulación inmobiliaria o por la realización de mega eventos deportivos. La cumbre debe proyectar ciudades seguras, donde el orden público y la seguridad ciudadana convivan con la libertad de expresión y manifestación pacífica; donde podamos converger en actividades sociales y culturales sin ser sospechosos ni susceptibles de políticas de limpieza social o mano dura.

Hábitat III debe comprometernos a producir y consumir en armonía con el medio ambiente, respondiendo a la necesidad de un entorno libre de contaminación y al desafío de los asentamientos en zonas de riesgo de desastres, donde el Estado debe actuar considerando a las personas con todas sus características.

A diferencia de Estambul 1996, felizmente, los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre Cambio Climático sí sientan sus bases en las obligaciones en derechos humanos de los Estados. Además, existen nuevas relaciones público-privadas que deben desarrollarse según los Principios Rectores de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos.

Los gobiernos de América del Sur tienen la posibilidad de plasmar en Hábitat III su compromiso de construir las ciudades del futuro, donde sus pueblos vivan libres de penurias y donde ejerzamos nuestros derechos en igualdad de condiciones. Solo así haremos realidad el mayor objetivo de 2030: que nadie quede atrás.

Amerigo Incalcaterra

Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado de la ONUpara los DD.HH., ACNUDH


Columnista invitado

Suplementos digitales