Desde 1983 hasta el día de hoy, han transcurrido 35 años en los cuales Ecuador y Argentina han venido peregrinando casi juntos a lo largo de un mismo sendero.
Ese peregrinaje se inició el viernes 25 de marzo de 1983, cuando se clausuró una reunión que, en el escenario de la crisis financiera de ese entonces, había sido convocada en Panamá por el Banco Interamericano de Desarrollo, BID y cuya principal recomendación instaba a que los gobiernos de América Latina permitan que el Estado asuma el pago de la deuda que los sectores privados mantenían con la banca internacional.
Entre los primeros en acatar ese encargo estuvieron Ecuador y Argentina, países que ensamblaron un mecanismo con el cual sus gobiernos aceptaban pagar con dineros del Estado, las deudas en dólares contraídas con la banca extranjera por algunos individuos y empresas del sector privado. En contraparte, los deudores firmarían un contrato colateral -en Sucres o en Pesos- con sus respectivos gobiernos. Este proceso en Ecuador se llamó ‘sucretización’ de la deuda, en contraposición a lo que en Argentina se denominó ‘pesificación’.
En los dos países el mecanismo logró cumplir sus principales objetivos. Así, en pocos años y a pesar de la crisis, los bancos extranjeros lograron recuperar el capital e intereses de los préstamos que, años antes y voluntariamente, habían colocado en nuestro continente. Asimismo, los deudores criollos lograron pagar la totalidad de sus deudas con los dólares baratos suministrados por el Estado.
Además se produjeron otras dos coincidencias. Por un lado, ambos procesos estuvieron activos a lo largo del mismo periodo: entre 1983 y mediados de la década de los años noventa; y, por otro lado, ambos culminaron -aunque con un quinquenio de diferencia- en una inédita reforma monetaria: en Ecuador se adoptó el Dólar como moneda propia; y, en Argentina, se decretó que el Dólar tendría una convertibilidad ‘uno a uno’ con el Peso.
Después de eso y quizás por la evidente preeminencia del Dólar sobre el Peso, los dos países empezaron a caminar por diferentes senderos económicos; a pesar de las también evidentes coincidencias que mantuvieron sus gobiernos a lo largo de más de una década, con respecto al disipado manejo de los negocios del Estado por parte del ‘kirchnerismo’ en Argentina y del ‘correismo’ en Ecuador.
Actualmente, quizás empujados por el cambio democrático que colocó en el Poder a Mauricio Macri en diciembre del 2015 y a Lenin Moreno en mayo del 2017, los dos países han vuelto a caminar en senderos paralelos; aunque esta vez su transitar se realice bajo la pesada sombra de un lánguido gradualismo económico que, así parece, en Argentina comenzó ya a agotarse y en Ecuador aún no.