Partidocracia y revolución
En varios ensayos se identificó al Ecuador como “país de contrastes”. Más adelante, en el siglo XX, en 1948 el Fondo de Cultura Económica editó un ensayo del periodista y diplomático Leopoldo Benites Vinueza, ‘Ecuador: Drama o Paradoja’. Luego, en 1967, el sociólogo marxista Agustín Cueva produjo una obra que resultó emblemática, y cuyo título resume con excelencia el contenido: ‘Entre la ira y la esperanza’ ¿Fueron premonitorios?
La referencia de estos antecedentes del ensayo político debieran servir de pautas para entender el trasfondo del momento actual, donde el caudal de posiciones políticas -no étnicas, religiosas o territoriales– desborda los marcos elementales de la convivencia política en paz de la sociedad.
Si se observa que las acciones y reacciones desarrolladas o estalladas con la presentación de los proyectos de la redistribución de la riqueza y la plusvalía, se puede concluir que no ha cambiado el comportamiento de los actores políticos y sociales; con el agravante, de que la estructura constitucional de Montecristi fue aprobada para no permitir ningún desahogo o desfogue.
Por ejemplo, una elección legislativa a mitad del período presidencial abriría espacios de negociación y no de imposición, como sucede en la actualidad cuando temas cruciales tienen que dirimirse en las calles.
Un ejemplo permite apreciar el desfase. Con la anterior composición parlamentaria, la Ley de Comunicación duró dos años sin aprobarse, pues no hubo acuerdo; pero bastó la nueva y aplastante mayoría de última hora y la ley fue aprobada y despachada como en un restaurante de comida rápida. Como es casi imposible que se repita una mayoría igual que supere las dos terceras partes de los votos, es necesario en la actualidad aprobar en paquete todo que sea posible.
Luego de recordar algunos antecedentes y analizar los hechos actuales, incluido el juego de pimpón en que ha terminado el caso de las herencias y la plusvalía, no hay mucho que discutir. Somos los mismos con distintas camisetas. Enamorados del baile del péndulo político, lo cual dicho de otra manera significa que el Ecuador es posible en la evolución de los hechos -gobierno y gobernantes- que de manera reiterada dé un giro de 360 grados; es decir, moverse y regresar siempre al mismo sitio.
Para algunos, la situación social y política la estiman de magnitud similar al 30-S o quizás a la derrota en las últimas elecciones regionales. Todo esto causado por insólitos proyectos de ley elaborados por expertos, víctimas del consumo de algún alucinógeno o evidentemente agentes exitosos de la CIA.
Luego de superada la edad de oro de la partidocracia en 1995 con la descalificación del Vicepresidente de la República y una era de gran inestabilidad presidencial, los años siguientes con petróleo alto e ideología fueron alegres; incluso, se pensó que se había logrado un cambio radical.
Hoy se vuelve a la realidad y se demuestra la vigencia de la maldición que afirma “aunque la mona se vista de seda mona se queda”.
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