Los cuadernos del chófer Oscar Centeno en Argentina pueden ser el auxilio que se le presente al presidente Mauricio Macri para evitar un naufragio de naturaleza política. El mandatario argentino ante la imposibilidad de sortear la crisis economía que heredó del último peronismo, acudió fatalmente a la drasticidad para intentar controlar el eterno desequilibrio entre el peso y el dólar. Al momento, aunque parece que faltan complementos en igual dirección, se percibe que se ha podido surfear la cresta de la ola. Lo cual no significa que nada ha pasado en la tierra del Plata. El sector exportador de cereales en dimensiones colosales, ha sido castigado, pero tiene corteza para asimilar la dura medida tributaria. Con destino todavía impreciso falta el acuerdo con el FMI que también en cifras records concederá un préstamo de hasta USD 50.000 millones. Sin embargo, la reseca vendrá y la protesta con tensión social aumentará. El muro de contención, sin embargo, consiste en la divulgación del registro de coimas monumentales apuntadas en el cuaderno del chófer de oficio. En ese contexto puede Mauricio Macri intentar recuperarse. El adversario es el molido kirchnerismo que no es comparable con el peronismo histórico; mucho más lo es con los agresivos misiles en que se convirtieron los socialismos del siglo XXI en el continente. El dilema era gradualismo o un shock eléctrico. Al final optó por lo segundo.
El gobierno de Lenin Moreno no tiene Los Cuadernos de Centeno o están bien guardados como la tercera página de informe Gabela; por eso, cuando acelere el ajuste puede tener una reacción política, social y empresarial de magnitud. Será una preocupación para los asesores que solo se alimentan de los índices de popularidad, pero podrá solventar la crisis. Algunas cartas le favorecen. Los políticos están entretenidos en el kindergarten de las elecciones y los líderes sociales solo producen temor cuando la causa justifica reacciones de magnitudes por posibles o presuntas agresiones a sus intereses corporativos. Las empresariales son diferentes y sus rutinas epistolares son conocidas: nunca están de acuerdo, piden más y no traen los capitales de afuera. Debe añadirse que el gobierno goza de la extraordinaria ventaja de la dolarización, que es el único candado que impide abrir el tesoro de la emisión inorgánica.
El pueblo argentino ha pasado por todo: devaluación, convertibilidad, corralito y ahora otra vez el FMI. Siempre será inexplicable que una nación con tanta riqueza intelectual y material no haya podido dominar al caballo loco del populismo y sus gobiernos hayan sucumbido a sus coces. No se merecen, a estas alturas, la letra del tango del siglo anterior: “Siglo veinte, cambalache, problemático y febril. El que no llora no mama y el que no roba es un gil. ¡Dale nomás, dale que va! Que allá en el horno nos “vamo” a encontrar”.